¡LOS CAPITALISTAS DEBEN PAGAR POR LA CRISIS! ¡LOS TRABAJADORES DEBEN TOMAR EL PODER!

1. En este 1º de mayo de 2009, día de la clase obrera internacional, el proletariado y las masas populares del mundo están enfrentando una crisis sin precedentes y una situación histórica extraordinaria.

La crisis capitalista mundial destruye las vidas de millones de personas en todo el planeta, condenándolas a la expropiación, el desempleo, la indigencia y la miseria, y sometiéndolas a las guerras y la represión del Estado. Pero al mismo tiempo, aunque el peso de la crisis se siente con fuerza, la resistencia a la barbarie capitalista está creciendo. Existe una ola ascendente de luchas sociales, huelgas de masas, ocupaciones y rebeliones populares como las de Grecia o Guadalupe.

La Coordinadora por la Refundación de la Cuarta Internacional (CRCI) llama a la clase obrera internacional y a todos los oprimidos y explotados a movilizarse para poner fin a esta catástrofe social y negarse a ser enterrados bajo las ruinas de la bancarrota capitalista mundial. ¡Los capitalistas deben pagar por la crisis de su sistema! ¡El capital expropia nuestras vidas: expropiemos al capital y abramos una salida socialista para la devastación actual!



2. Los propios capitalistas tuvieron que admitir que la actual crisis, surgida en el año 2007 con la explosión de la burbuja del mercado de las hipotecas sub-prime en los Estados Unidos y el derrumbe del crédito internacional, no es simplemente un episodio cíclico ni un disturbio coyuntural. Es la peor crisis desde el crack de 1929 y la Gran Depresión. Tiene dimensiones históricas en alcance y profundidad. Afecta globalmente a la economía mundial y no se le ve un final en el horizonte.

Ha quedado de manifiesto que no afecta solamente al sector financiero sino a toda la economía capitalista dominada por una sobreexpansión del capital financiero que durante décadas invadió, interconectó y controló todos los aspectos de la vida económica en todo el mundo.

La crisis, que se manifestó en un primer momento en la esfera financiera llevando al sistema bancario internacional a la bancarrota, en 2007/2008, está conduciendo ahora a la "Gran Recesión" (el término ha sido acuñado por Martin Wolf del Financial Times) tragándose a todo el así llamado mundo capitalista "desarrollado" y precipitando al abismo a grandes compañías como General Motors y las automotrices de Estados Unidos, Europa y Asia. Solamente las intervenciones estatales sin precedentes, rescates y paquetes del último período han evitado, hasta ahora, de acuerdo con Martin Wolf, que la Gran Recesión se convierta en una Gran Depresión.

El Pronóstico Económico Mundial del FMI, en abril de 2009, prevé una contracción del 1,3% de la economía mundial, revisando a la baja su predicción anterior del 0,5%, realizada en enero de 2009. Un año antes, en 2008, el FMI pronosticaba un crecimiento del 3,8% del PBI para 2009... Habrá más de 60 millones de nuevos desempleados.

En su reciente Pronóstico Económico provisional, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) subraya que "la economía mundial está en el medio de la más profunda y sincronizada recesión en nuestras vidas, causada por una crisis financiera mundial y profundizada por un colapso del comercio mundial". Como informa el Financial Times, "en Estados Unidos, la tasa de caída de la producción manufacturada se compara con la de la Gran Depresión. La producción de manufacturas en Japón ya ha caído casi tanto como en Estados Unidos en los años 30" (Financial Times, 21/4). Gran Bretaña y los países de la euro-zona ya están en recesión. Los pronósticos actuales del FMI para la economía de la euro-zona esperan una contracción del 4,2% en el 2009 y un recesión peor en el 2010, mientras que el desempleo trepará al 10,1% este año y a 11,5% el próximo. La OCDE prevé que la economía alemana se contraerá un 5,3% en este año. "La contracción del 5,3% representaría la caída más grande para Alemania, excluyendo la devastación posterior a la Segunda Guerra Mundial (1945-48) y las profundidades de la Gran Depresión de 1932, cuando la economía se contrajo aproximadamente un 7,5%. Considerando que el PBI de Alemania equivale a tres veces la producción combinada de sus vecinos de Europa central, es inevitable que la caída brusca tenga enormes efectos en el resto de Europa" (Stratfor, 21/4).

La recesión mundial expresa no solamente una crisis de sobreproducción del capital sino también el hecho de que han colapsado las bases sobre las cuales se estructuraba el proceso de acumulación de capital en el último período histórico.

No es simplemente un fracaso del llamado "modelo neo-liberal", ni de los "excesos de la especulación financiera". La propia globalización del capital financiero fue el resultado de un largo proceso histórico de desarrollo de todas las contradicciones del capitalismo durante la época imperialista de declinación capitalista, guerras y revoluciones, desde la Gran Guerra, la Revolución de Octubre y el crack de 1929 hasta el período posterior a la Segunda Guerra Mundial y la crisis que siguió al colapso del acuerdo de Bretton Woods a principios de la década del 70.



3. El vuelco hacia el capital financiero desde los años 80 y su globalización en las últimas décadas, caracterizada por sucesivos shocks y cracks (1984, 1987, 1989, 1997), produjo una gigantesca pirámide de capital ficticio para sostener la reproducción del sistema. Este proceso llegó a su clímax en el período 2002/2007, luego de la crisis internacional de 1997/2001, con la producción de toda clase de burbujas y exóticos instrumentos financieros (ahora llamados "tóxicos"). El mercado de derivados alcanzó la proporción mítica de 550 billones de dólares mientras, comparativamente, el PBI mundial es de 60 billones. La desproporción entre este Leviatán de capital ficticio, parasitario, que no produce valor y exacerbó la crisis de sobreacumulación de capital productivo, por un lado, y la plusvalía mundial que puede ser extraída de la explotación de los productores directos, por el otro, puso enormes obstáculos al proceso de valorización. El capital encuentra sus propios límites históricos.

Si bien la crisis impulsa la tendencia a elevar enormemente la tasa de explotación (la tasa de plusvalía relativa y absoluta) a través de todos los medios viejos y nuevos de relaciones laborales "flexibilizadas", etc., la desproporción es tal que lo hace incapaz de superar la crisis. No son las técnicas establecidas para extraer la plusvalía las que han llegado a sus límites, es la plusvalía en sí misma como forma social del producto excedente, y con ella la ley del valor como principio regulador de la vida económica, la que demuestra sus límites históricos, su carácter anticuado.

Para el capital, la crisis es la única forma de salir de la crisis. Debe destruir las gigantescas sumas de capital acumuladas para reestablecer la tasa de ganancia y recomenzar el proceso de acumulación. El catastrófico proceso ya ha comenzado: en su último Informe de Estabilidad Financiera Global, el FMI estima que se ha perdido hasta ahora un capital de 4,1 billones de dólares en el sector financiero y las pérdidas continúan creciendo. Esta suma, si bien gigantesca, representa una parte infinitesimal del capital ficticio (y productivo) que debe ser destruido de acuerdo con las leyes de acumulación de capital.

La catástrofe que está desarrollándose implica la destrucción masiva del capital excedente, de las fuerzas productivas mundiales, y antes que nada, de la fuerza social más importante para la producción: la propia clase obrera.

Por su propia naturaleza éste es un proceso prolongado: no un colapso, instantáneo y automático, ni una caída eterna en un abismo sin fin. La actual crisis mundial marca un período de levantamientos históricos; implica no sólo reacomodamientos y ajustes técnico-económicos, control de "excesos financieros" y "paraísos fiscales off-shore", sino un vasto proceso de desestabilización, desintegración y reorganización de todas las relaciones sociales a través de conflictos políticos agudos y violentos enfrentamientos a nivel nacional e internacional.

La transición no es una serie lineal de puntos sucesivos sino un desarrollo dialéctico de todas las contradicciones con conflictos agudos, zigzags, continuidades y rupturas, saltos.

La crisis actual se convierte en un acertijo sin solución si se la separa del carácter transicional de nuestra época de capitalismo en declinación.

La gigantesca torre de Babel del capital ficticio, la estructura de crédito global que se erigió en las últimas décadas, dejó de ser un instrumento de expansión global para convertirse en un factor de desintegración global y de crisis. Es la más alta manifestación de la transición en la historia, del capitalismo al socialismo mundial y al comunismo como lo previó Marx:

"El sistema de crédito aparece como la principal palanca de la sobreproducción y sobreacumulación en el comercio solamente porque el proceso de reproducción, que es elástico por naturaleza, es aquí forzado hasta sus límites extremos (...) la auto-expansión del capital basada en la naturaleza contradictoria de la producción capitalista permite un desarrollo verdaderamente libre solamente hasta cierto punto, de forma que en los hechos constituye una traba inmanente y una barrera a la producción, que es rota continuamente a través del sistema crediticio. Por ende, el sistema crediticio acelera el desarrollo material de las fuerzas productivas y el establecimiento del mercado mundial. La misión histórica del sistema capitalista de producción es elevar las bases materiales del nuevo modelo de producción hasta cierto grado de perfección. Al mismo tiempo el crédito acelera las erupciones violentas de esta contradicción -crisis- y por consiguiente los elementos de desintegración del viejo modo de producción.

Las dos características inmanentes del sistema de crédito son, por un lado, desarrollar el incentivo de la producción capitalista, el enriquecimiento a través de la explotación del trabajo de los otros, a la más pura y más colosal forma de juego y estafa y reducir aún más y más el número de los pocos que explotan la riqueza social; por el otro lado constituye la forma de transición a un nuevo modo de producción" (K. Marx, Capital, Vol. III, p. 441 Progress, Moscú, 1977)



4. Luego de la irrupción de la actual crisis capitalista mundial, y particularmente luego de su aceleración en septiembre de 2008, los capitalistas y sus gobiernos trataron de encontrar una salida en tres direcciones:

a. Buscando establecer nuevas regulaciones internacionales: una "nueva arquitectura financiera" o un "Bretton Woods II"

b. Mirando a China, cuya tasa de crecimiento impresionante de los últimos años la hizo aparecer como una posible "locomotora" que sacaría a la economía mundial de su caída vertiginosa.

c. Sobre todo, mediante una intensa intervención estatal, inyectando enormes paquetes de "rescate" a un sistema bancario y a una industria que se desmoronan, introduciendo nacionalizaciones, etc.

Hasta ahora los resultados no han cumplido las expectativas del capitalismo.

Las esperanzas de un nuevo Bretton Woods que establezca un nuevo orden mundial para salir del presente caos demostraron ser una quimera. La primera reunión del G20 en noviembre de 2008, en Washington DC, terminó en un fiasco. La reciente cumbre del G20 en Londres evitó un abierto naufragio pero no alcanzó ninguno de los objetivos deseados (nuevas reglas financieras internacionales, paquetes de estímulo en Europa). El logro más significativo fue solamente la promesa de aumentar las reservas de FMI en 500.000 millones de dólares hasta llegar a 1,1 billones de dólares, incluyendo 250.000 millones en líneas de crédito en Derechos Especiales de Giro para ayudarlo a tener un papel más activo en el "rescate" de países bajo la amenaza inmediata de default; ante todo, los países de Europa Oriental. Los bancos europeos tienen ya una exposición de 1,6 billones de dólares en esos países y en Turquía. No sólo las sumas son insuficientes sino que, suministradas por el FMI, están siempre atadas a medidas draconianas que exacerbarán los sufrimientos sociales y la rebelión de las masas.

Las fuerzas centrífugas, las tendencias proteccionistas y los antagonismos imperialistas están lejos de haberse disipado, minando cualquier intento de lograr una nueva regulación internacional.

Los Estados Unidos utilizan su hegemonía históricamente establecida en el capitalismo mundial y el papel del dólar como moneda de reserva internacional para emitir enormes cantidades de dólares que sostengan sus paquetes, como el anterior Plan Paulson o el actual plan de Obama. Pero el océano de "activos tóxicos" es tan ilimitado, impredecible y venenoso que todo el esfuerzo se torna sísifico.

EE.UU. ha inyectado hasta ahora alrededor de 1,2 billones de dólares a su economía. Su sobreendeudamiento y sus déficits alcanzaron dimensiones astronómicas y hay presiones que amenazan con hacer colapsar no solo la moneda norteamericana sino todas las relaciones monetarias internacionales. La Unión Europea culpa a EE.UU. por desplegar recursos mundiales para rescatar su propia bancarrota, lo que crea presiones insoportables que amenazan con la dislocación a la UE y a la Unión Monetaria Europea.



5. China, por otro lado, ha probado ser parte del problema mucho más que una solución.

La recesión mundial ha impactado con fuerza en la economía china. Enero de 2009 mostró la peor caída en la importación (-41,3% en el año) y la inversión externa directa (-32,7%) así como una caída en las exportaciones de un 17,5%.

A pesar de un audaz y muy publicitado plan de estímulo de 500.000 millones de dólares, el Producto Bruto Interno (PBI) chino cayó a 6,1% en el primer trimestre de 2009, la mitad del 13% de 2007 y menor que las cifras del cuarto trimestre de 2008. Los días del doble dígito, con tasas de crecimiento del 12 y 13%, se han terminado. La caída del PBI está llegando a niveles que el PC chino y las autoridades estatales consideran peligrosos, capaces de crear inquietud social y rebeliones en los centros urbanos y el campo.

Sus preocupaciones son compartidas por analistas del occidente imperialista que ven el peligro de "descontento creciente que puede estallar en protestas y disturbios" (Stratfor, 13/4). Las razones para la explosión social están enraizadas en la propia estructura socio-económica: "En el nivel más básico, la economía china se estructuró durante las tres últimas décadas para ser alimentada por las exportaciones y el ingreso de inversión extranjera. Juntos, continúan siendo la columna vertebral del la economía china. Son fuertes en época de actividad económica global, pero un peso muerto en épocas de retracción global. Internamente sólo alrededor de un cuarto de los 1.300 millones de chinos son realmente económicamente activos miembros de la "clase media" o estratos superiores. Si bien es todavía un número importante, esto deja a cerca de 1.000 millones de personas en el más profundo sufrimiento..." (Stratfor, 15/4).

La caída en la demanda mundial de exportaciones chinas debido a la contracción del comercio mundial, la fuga de capital extranjero debida a la progresiva bancarrota mundial y la ausencia de un mercado interno capitalista desarrollado hacen a China vulnerable a las presiones de la crisis mundial. Un viraje para desarrollar un mercado interno no puede realizarse sin exacerbar todas las contradicciones entre el campo y las ciudades, llevando a un descontento masivo y explosiones sociales. El proceso de restauración capitalista produjo superganancias para el capital extranjero y para la ascendente clase media local y creó la ilusión de una China elevándose a la hegemonía mundial a fines del siglo XXI. En la medida en que la estructura social de China está sucumbiendo a las presiones de la crisis mundial, las ilusiones pasadas se están haciendo trizas y la perspectiva de una nueva revolución social en este vasto país reaparece en el horizonte.

El proceso de restauración capitalista en China jugó un papel fundamental para el imperialismo estadounidense, al financiar sus gigantescos déficits y sostener la débil mejora de la economía mundial en el período 2002/2007. Ahora la crisis está haciendo añicos el acople económico entre China y Estados Unidos, con enormes implicancias, tanto en China como a nivel internacional.

Rusia también ha entrado en su peor crisis desde los tiempos del default de 1998, conmovida por la caída del precio del petróleo, el colapso del rublo y la bancarrota de la mayoría de sus oligarcas bajo la presión del capital financiero mundial. Europa del Este se ha transformado en un agujero negro que amenaza con tragarse al sistema bancario europeo. La euforia del occidente imperialista que siguió al colapso de los ex estados obreros burocratizados en 1989-1991 y la apertura de un camino de integración del vasto territorio de la ex URSS al mercado capitalista mundial ha dejado de ser el sueño histórico del capitalismo para convertirse en una pesadilla en los inicios del siglo XXI.



5. Luego de décadas de "desregulación" neoliberal y privatización, la intervención del Estado ocupa nuevamente el centro del escenario, comenzando con inyecciones de capital sin precedentes, recortes de las tasas de interés e intervenciones y nacionalizaciones estatales en 2007-2008 en EE.UU. y Gran Bretaña, luego extendidas en un país tras otro en todo el mundo.

No hay un retorno al keynesianismo de la post guerra ni un ‘revival' del Estado de Bienestar en los países capitalistas desarrollados. El estado no "expande" sino que destruye los servicios públicos (hospitales, educación, etc.), privatizándolos, y acumula déficits y deuda pública para asegurar los recursos para el rescate de los banqueros y otros capitalistas. De hecho, existe un fortalecimiento del rol del estado capitalista como "último recurso salvador" del capitalismo en bancarrota. El éxito de su intervención regulatoria en la economía es más que dudoso. "El mercado puede hacerse añicos al igual que el estado", escribió Philip Stephens en el Financial Times (6/4).

Las nacionalizaciones capitalistas, "la negación del capitalismo dentro del propio sistema capitalista", son una acción extrema para rescatar al capital de la bancarrota. Dentro del marco del mismo régimen social, la nacionalización descarga la crisis sobre los hombros de los trabajadores a través de la deuda pública, el desempleo, la inflación, etc. Por otra parte, es una manifestación objetiva del proceso de preparación y transición hacia la propiedad colectiva de los productores bajo control y administración de los propios productores directos.

El fetiche del Estado, suprema expresión del fetichismo de la mercancía y del capital, crea ilusiones a los propios capitalistas. Para ellos, el Estado, expresión de una relación social, se transforma en una cosa o un poder supremo capaz de absorber todas las deudas y de sostener a todos los capitales en bancarrota: la bancarrota del Estado (la liquidación del crédito público, el default de la deuda pública, el hundimiento del sistema monetario, la disrupción de todas las relaciones interestatales), está ahora en camino a ser una condensación de la crisis. Para la humanidad trabajadora, la crisis pone en cuestión, objetivamente, el problema del Estado, es decir el problema del poder político en sí mismo.

El Estado, que avanza como mediador de las contradicciones sistémicas, se convierte en el centro de un intenso conflicto político entre y con diferentes grupos competitivos de los intereses capitalistas privados así como con los trabajadores y las masas populares. La pregunta ‘¿quién pagará por la crisis?' se transforma en la pregunta central y la más discutida. Al mismo tiempo, la pregunta ‘¿quién gobierna la sociedad?' y por ende la centralidad del poder estatal en sí mismo, se convierte en la manzana de la discordia.

Los choques entre el Estado, los intereses de los grupos capitalistas y las masas, alimentan la inestabilidad política y la crisis del régimen. Las tendencias bonapartistas represivas están creciendo; al mismo tiempo, todo tipo de maniobras democrático burguesas, como las introducidas por el nuevo gobierno de Obama, surgen para desviar y neutralizar el descontento popular, los movimientos sociales en ascenso y las resistencias antiimperialistas.



6. El capitalismo mundial ha entrado en esta nueva etapa explosiva de la crisis habiendo dejado atrás una década de guerras imperialistas que devastaron los Balcanes, el Medio Oriente y Asia Central sin que el imperialismo pudiera alcanzar sus objetivos.

El impulso bélico imperialista, expresión de las contradicciones irresueltas y agudas del sistema del período de la post Guerra Fría, llevó a nuevos callejones sin salida. La "guerra contra el terrorismo", la cruzada terrorista lanzada por el gobierno de Bush, llevó al empantanamiento en Irak y a un callejón sin salida en Afganistán, que desestabilizó por completo a Pakistán y a todo el subcontinente indio. La estrategia bélica estadounidense, en el gobierno de Obama, cambia su foco a Asia Central, no solamente con un aumento de las tropas de Estados Unidos y la OTAN sino también con la construcción de nuevos puentes diplomáticos y la construcción de una fuerte red de alianzas, que incluye a Turquía, Rusia e Irán.

La posición del imperialismo estadounidense está socavada tanto por la crisis capitalista mundial, cuyo centro se localiza precisamente en Estados Unidos, como por los reveses militares en Irak y Afganistán. Los antagonismos y rivalidades imperialistas se están intensificando. Pero esto no implica que una nueva potencia imperialista pueda reemplazar a Estados Unidos como potencia hegemónica mundial: el capitalismo estadounidense representa el punto más alto del desarrollo histórico del capitalismo mundial y de su declinación. La humanidad todavía debe confrontarse con las erupciones volcánicas de un capitalismo norteamericano en declinación que no es capaz de encontrar ningún equilibrio interno sin establecer un nuevo equilibrio mundial bajo su supremacía.

El nuevo viraje estratégico de EE.UU. enfrenta problemas agudos con el ascenso, en 2009, del gobierno sionista más derechista, racista y oscurantista que ha tenido Israel, tres años después de la derrota del Ejército sionista en el Líbano y la posterior masacre genocida de civiles palestinos en Gaza a fines de diciembre de 2008 y principios de enero de 2009. La elección de un gobierno sionista de coalición extremadamente reaccionario es la expresión de la crisis y el callejón sin salida del propio proyecto colonial imperialista y sionista. Junto con este proyecto ha sido enterrada la llamada "solución de los dos estados", de un miniestado palestino de impotentes Bantustanes rodeados de colonos sionistas y su ejército.

El movimiento nacional palestino debe emanciparse de los colaboradores del sionismo y el imperialismo en la llamada Autoridad Palestina, así como del liderazgo fundamentalista religioso de Hamas, y rearmarse con tácticas y estrategias revolucionarias, luchando por la libertad de todos los presos políticos, la demolición del muro del apartheid y el desmantelamiento de los asentamientos, por el derecho del retorno de todos los refugiados palestinos a sus tierras, por el derecho a la autodeterminación y por una república secular, socialista de todo el territorio de Palestina, en el marco de la Federación Socialista del Medio Oriente.

El resurgir del movimiento de los trabajadores árabes, como se puso de manifiesto en la huelga de masas en Egipto con la presencia de fuerzas laicas y socialistas, es un señal positiva de que las condiciones se desarrollan para una superación no solamente de la bancarrota burguesa de los líderes laicos nacionalistas sino también de los grupos islamistas reaccionarios que hasta el momento han ocupado la escena.

La nueva etapa de la crisis capitalista mundial reformula el panorama social creando nuevas posibilidades para que los revolucionarios de Palestina y Medio Oriente se unan más allá de las divisiones religiosas y étnicas y enfrenten al imperialismo y al sionismo bajo la bandera de la Revolución Permanente.



7. En América Latina, la crisis mundial ha tenido repercusiones en un continente ya inmerso en profundas movilizaciones y crisis políticas, vinculadas a las crisis económicas mundiales de las últimas décadas del siglo XX, que culminaron en el Argentinazo del 2001. Los partidos burgueses tradicionales entraron en una completa bancarrota.

Los regimenes nacionalistas/indigenistas de la región andina fueron la expresión de la profundidad de la crisis y no su solución. Su política de nacionalizaciones parciales (e indemnizadas) al gran capital y de movilización limitada de las masas contra la derecha tradicional y el imperialismo, ha fracasado en la tarea histórica de estructurar un Estado nacional independiente, y ahora está siendo afectada por la vertiginosa caída en los precios mundiales de las materias primas, lo cual cuestiona las bases de las "políticas sociales" adoptadas para conquistar el apoyo de las masas pobres de la ciudad y el campo y al mismo tiempo disciplinarlas a sus gobiernos.

La obligación de establecer una línea de contención a partir de alianzas con gobiernos originados en la izquierda (como el caso de Brasil o el de Michele Bachelet en Chile) fue la expresión del retroceso político del imperialismo, y un complemento -no una contradicción- del apoyo a regímenes derechistas y paramilitares (México, Colombia) y de la reactivación de la Tercera Flota de la Marina de EEUU, que patrulla las costas del Este del continente.

Obama no sólo continúa sino que profundiza la política de Bush, cuando adopta el "Gran Acuerdo Internacional" como punto de partida para el inicio del fin del bloqueo a Cuba, lo cual constituye, además del intento de preservar el dominio imperialista en las condiciones de una crisis excepcional, una derrota histórica tras medio siglo de agresiones y provocaciones por parte de EE.UU. contra la isla caribeña.

Con los tratados bilaterales de comercio, EE.UU. también dio continuidad a la colonización económica del continente, destruyendo los intentos de "integración" de las burguesías nacionalistas locales.

Esta línea de coexistencia precaria con gobiernos que previamente habían sido denunciados como parte del "eje del mal" apenas había sido trazada cuando recibió el tremendo impacto de la crisis mundial. La crisis no afecta solamente las bases económicas de los regimenes nacionalistas pequeño-burgueses, sino también a los gobiernos "bomberos de izquierda" (Lula, Kirchner, Bachelet) abriéndoles la perspectiva de una gigantesca crisis, e incluso de una situación de disolución política (Argentina).

Como la bancarrota mundial en curso irrumpe en América Latina luego de la serie de bancarrotas capitalistas, crisis políticas y levantamientos de la última década, todas las clases sociales y todos los estados la reciben en un estado extraordinario de tensión. Las experiencias nacionalistas (incluidas sus versiones "radicales": Chávez, Evo Morales, Correa) han vuelto a fracasar en la tentativa de estructurar un Estado nacional independiente y de iniciar un proceso de industrialización capitalista autónomo, no digamos ya de destruir la supremacía del capital financiero y erigir a los obreros y campesinos como poder político. No solamente no han creado, ni hubieran podido crear, una burguesía nacional, sino que sus nacionalizaciones tampoco han logrado estructurar una etapa de transición hacia ese objetivo, bajo la hegemonía del Estado. Las nacionalizaciones sólo asumirían un carácter revolucionario si transfieren el capital acumulado por la oligarquía financiera a la nación y si estructuran a los explotados como poder político. La utilización de los recursos fiscales para compensar a los capitales nacionalizados, en cambio, bloquea la posibilidad de un desarrollo independiente y obliga a la nación a mayores sacrificios; el capital extranjero, forzado a salir de la esfera industrial, retorna bajo la forma de capital financiero, aplicando las indemnizaciones a la compra de deuda pública.

El nacionalismo ha utilizado las nacionalizaciones, no para convertir a los trabajadores en clase dominante, sino para impedir su organización independiente y someter a sus direcciones a la tutela del Estado, valiéndose de la demagogia nacionalista, pero también de la represión. Las burocracias "nacionalistas" poco han esperado para forrarse los bolsillos, cayendo en frecuentes escándalos de corrupción, como ha sido denunciado en Venezuela y Bolivia, donde las nacionalizaciones de Evo Morales no han sido un acto de soberanía contra la penetración imperialista; por el contrario, la facilitan. Para Evo Morales los pulpos petroleros "ahora son nuestros socios". Pero esto, lejos de abrir una etapa de prosperidad y condominio pacífico, profundiza la integración latinoamericana en la economía mundial, y en su crisis. La crisis capitalista mundial, que en el siglo XX sirvió como acicate para el surgimiento de movimientos y gobiernos nacionalistas, ahora, en esta nueva etapa de bancarrota generalizada internacional, amenaza con convertirse en su tumba. El fracaso del nacionalismo devuelve toda su actualidad a la reivindicación de los Estados Unidos Socialistas de América Latina -una federación de gobiernos obreros y campesinos.



8. El levantamiento del bloqueo de Cuba sería una victoria histórica del país, por haber doblegado el sabotaje imperialista, incluso pagando para ello un precio muy alto. Pero ese levantamiento forma parte de un acuerdo internacional que apunta a resolver las contradicciones del desarrollo de Cuba por medio de la restauración de la dominación del capital. La cuestión es: ¿quién orienta el intercambio que necesita la economía de Cuba con la economía mundial, la burocracia o los obreros del campo y la ciudad? Lo cual nos lleva a la cuestión aún más decisiva: ¿quién debe decidir sobre la crisis histórica de las relaciones de opresión entre Estados Unidos y América Latina: los gobiernos pequeños burgueses del capital o la alianza de los obreros y los campesinos? La crisis mundial ha puesto sobre la mesa todas las relaciones históricas entre el imperialismo yanqui y América Latina. Están reunidas las condiciones históricas para la abolición del sometimiento semi-colonial. Pero esta abolición afecta los intereses de las clases capitalistas nativas y de una fracción de la pequeña burguesía, que da por supuesto que ha logrado resolver sus aspiraciones sociales. Las burguesías latinoamericanas se han puesto al frente de una operación de rescate de esa relación semicolonial, a través de sus gobiernos de centro-izquierda. En un plazo más o menos breve este operativo deberá fracasar: la autonomía nacional mínima que esgrimen los gobiernos latinoamericanos deberá ser barrida por la crisis mundial o por las tentativas del imperialismo yanqui para reconvertirse en el eje contrarrevolucionario de la salida a esta crisis. El destino de la Revolución Cubana está en manos de la revolución socialista latinoamericana.

Pero la crisis política también arrastra a los gobiernos de centro-izquierda, en especial a su abanderado continental (y mundial), el gobierno de Lula en Brasil. Mientras el ex obrero nordestino se pasea por el mundo como solucionador de todos los problemas, tiene planteada una bomba de tiempo en la política de su propio país. Los superávits comerciales enormes pertenecen al pasado, y en los últimos meses el país ha registrado déficits fiscales. Los subsidios del gobierno de Lula al gran capital, industrial y financiero, suman miles de millones de dólares de "renuncia fiscal" y están comiendo las reservas en divisas. Eso plantea la perspectiva de una crisis financiera (cesación de pagos) y de una catástrofe social. Está planteada una monumental crisis política en la sucesión presidencial de 2010. Lula y su aparato (incluida su pre-candidata Dilma Roussef), la encaran planteando una coalición frentepopulista sin límites hacia la derecha, frente a las candidaturas burguesas.

Una expresión de esa crisis son los porcentajes superiores al 10% que las encuestas electorales adjudican al PSOL -con su candidata Heloísa Helena- una sigla que abriga una coalición de tendencias izquierdistas y movimientistas, que inclusive ha servido como modelo a aventuras políticas en otros continentes (el NPA de Francia, en primer lugar). Ese fenómeno transitorio puede, sin embargo, crear un terremoto político, y se explica por el brutal vaciamiento del PT (y la burocratización de la CUT) antes que por las virtudes intrínsecas del modelo del "partido-frente" del PSOL, sin programa y basado en acuerdos entre pequeños aparatos izquierdistas y grupos parlamentarios. Este planteo, en realidad, oculta una perspectiva que busca cerrar la crisis con un programa burgués (en Brasil, la reducción de la tasa de interés, reclamo de todo un sector de la burguesía, y la devaluación monetaria), un partido con un régimen interno burocrático y personalista, y el sacrificio de todo vestigio de independencia de clase, en alianza abierta con partidos burgueses y clericales (Heloísa Helena, por ejemplo, repudia el derecho al aborto). Este aliancismo derechista es la natural consecuencia de un ‘partido de tendencias' que repudia la organización revolucionaria de los trabajadores y la lucha por la conciencia socialista de la clase obrera para reemplazarla por los acuerdos de caciques. Para el PSTU brasileño se plantea la alternativa de defender la independencia clasista o sacrificarla en nombre del "frente de izquierda" encabezado por el PSOL -y dominado por la alianza con la sombra de la burguesía. La vanguardia obrera y revolucionaria internacional debe combatir el reflotamiento de la idea de "partido ómnibus" (un anti-partido bajo la forma de partido), y más aun de la Internacional sin programa y sin clase (el Fórum Social Mundial, FSM), que terminó en la plena integración a la política burguesa e imperialista en su principal ejemplo, el PT brasileño, animador y anfitrión del FSM en sus diversas ediciones.

Puede verse en el horizonte una nueva etapa en la movilización de los explotados en América Latina. La lucha por sus necesidades más elementales (salarios, defensa de los puestos de trabajo, acceso a la tierra y a los recursos naturales básicos) pone en primer plano la imperiosa necesidad de conquistar su independencia política del nacionalismo burgués y pequeño-burgués, de un partido independiente (revolucionario) de los trabajadores, y de la reorganización social bajo nuevas bases (socialistas) por medio del poder de los mismos explotados.

La recuperación de todos los recursos económicos y naturales, la unidad continental con el objeto de valorarlos -una y otra vez planteado y destruido por el nacionalismo- será alcanzado por medio de la unidad socialista, el puente a través del cual la lucha de las masas de América Latina se unirá con la lucha anticapitalista de los explotados de todo el mundo.

La preparación de la revolución socialista en América Latina ha recorrido un largo proceso histórico, con experiencias antiimperialistas profundas, como la revolución cubana. El entrelazamiento entre la bancarrota mundial y el agotamiento de las experiencias nacionalistas permitirá culminar esta etapa histórica. Es de este modo que el socialismo revolucionario delimita sus posiciones con el imperialismo y sus agentes, de un lado, y con las tentativas nacionalistas, del otro, y se propone como candidato a la lucha por el poder político. La tarea más urgente en América Latina es producir un reagrupamiento socialista de fuerzas en el cuadro de la crisis mundial.



9. La CRCI había señalado que estaba en desarrollo un proceso de "latinoamericanización" de la propia Europa, no solamente en el sentido de un rápido deterioro de las condiciones sociales y de la existencia de guetos y zonas "tercermundistas" de miseria y represión policial dentro de las propias metrópolis, sino también de una tendencia creciente a la rebelión en las masas oprimidas, particularmente de parte de una nueva generación de trabajadores con empleos precarios y mal pagos: desde la rebelión de los suburbios en 2005 y la combativa movilización contra el CPE (Contrato de primer empleo) en Francia, en 2006, hasta la movilización de la juventud en Grecia contra la privatización de las universidades según a las directivas de la UE en 2006/07 y la rebelión de diciembre de 2008.

La nueva ola de radicalización, contradictoria pero creciente, choca con los viejos aparatos burocráticos de la socialdemocracia y de los reciclados PCs stalinistas. Las desastrosas experiencias de los gobiernos liberales, de la "tercera vía", de la centroizquierda o de la "izquierda plural" en Inglaterra, Italia, Francia, Grecia, etc. han desacreditado a la izquierda reformista tradicional y sus satélites dentro de la llamada izquierda radical. Se ha formado un nuevo espacio político para el desarrollo de políticas revolucionarias.

Pero a medida en que las masas se mueven hacia la izquierda, las fuerzas centristas, que han agotado su potencial histórico en el pasado como furgón de cola de las burocracias, tratan de acercarse a estos estratos radicalizados moviéndose aun más hacia la derecha. Durante este último periodo se han formado un amplio número de "partidos o frentes amplios anticapitalistas": el Partido Socialista Escocés (SSP), Respect en Inglaterra, la Alianza Roja-Verde en Dinamarca, el Bloque de la Izquierda en Portugal, y, por último, el Nuevo Partido Anticapitalista en Francia (NPA). Los partidos reformistas parlamentarios de Rifondazione Comunista en Italia y Syriza en Grecia son habitualmente incluidos en esta lista. La mayoría de estos partidos o frentes "anticapitalistas" con lejanos orígenes de izquierda se han vuelto abiertamente reformistas, integrando el Partido de la Izquierda Europea (Bloque de Izquierda, Respect). Algunos ya conocieron crisis y divisiones devastadoras. Es el caso de Respect, del SSP, y de Rifondazione Comunista en Italia, considerada por un largo tiempo como la fuerza dirigente de la izquierda radical anticapitalista en Europa antes del colapso que siguió a su traicionera colaboración con el gobierno de Prodi.

El NPA de Olivier Besancenot en Francia, fundado formalmente en febrero del 2009 después de una iniciativa de la auto-disuelta LCR, aboga por un reagrupamiento de diversas fuerzas y tradiciones de izquierda que supere las viejas e históricas divisiones entre corrientes opuestas en el movimiento de trabajadores. Evitando cuidadosamente la delimitación entre revolución y reforma, habla de una "transformación revolucionaria de la sociedad" y proclama como su objetivo estratégico el "socialismo del siglo XXI". No es sólo una halagadora referencia a Chávez sino una ruptura conciente con cualquier continuidad con la Revolución de Octubre, con la tradición bolchevique comunista y con el trotskismo. El rechazo a la dictadura del proletariado, ya efectuado por la LCR años atrás, ha sido completado ahora. Mientras que ese rechazo se hizo bajo el pretexto de que la dictadura del proletariado había sido desacreditada por el stalinismo, ahora es claro como el agua que este rechazo está motivado principalmente por una adaptación a la democracia parlamentaria burguesa, a la cual tratan de extender y mejorar mediante una combinación de renovadas instituciones parlamentarias de una democracia representativa basada en elecciones generales y en la democracia directa de los movimientos sociales desde abajo.

Los problemas de la actual situación explosiva en Francia y en Europa son enfocados desde el punto de vista de esta vaga democracia de izquierda. El apoyo a las luchas y movimientos sociales tiene que verse reflejado en un ascenso electoral del voto anticapitalista y un buen resultado electoral tiene que llevar a nuevas luchas y movimientos sociales. ¡Se propone una combinación y alternancia de electoralismo y movimientismo como una estrategia política para la emancipación social!

En lo que respecta a la UE, en agudo contraste a sus crisis y a las fuerzas centrifugas que amenazan con desintegrarla, el NPA rechaza el programa revolucionario que plantea la unificación socialista del continente mediante una revolución social y la formación de la Unión Socialista de los Estados de Europa; lo sustituye por el llamado a "Una Europa social y democrática", planteando una serie de reivindicaciones antineoliberales, que dejan intacto el marco capitalista, y que posponen la exigencia por una Europa Socialista como una propuesta para una futura Asamblea Constituyente Europea "elegida democráticamente por sufragio universal" .

Ninguna transformación revolucionaria de la sociedad en Francia, en Europa o en cualquier parte del mundo será obtenida con semejante tipo de fetichismo de la retórica democrática.



10. El impacto explosivo de la crisis mundial sobre la vida y la lucha de los explotados y oprimidos produce rápidos, a menudo inesperados, cambios en el movimiento y en la conciencia de las masas. No hay un proceso lineal de radicalización.

Los despidos masivos, los cierres de fábricas y el desempleo crean inicialmente confusión, frustración y una actitud defensiva. Las burocracias sindicales son totalmente incapaces y no tienen la voluntad de enfrentar la debacle capitalista o siquiera organizar una movilización parcial contra ella. Presionan al Estado y a los capitalistas para llegar a un imposible compromiso, a través de concesiones y retrocesos, abandonando muchas de las conquistas y posiciones ganadas a través de la lucha por el movimiento de los trabajadores. Trotsky analizó que "son necesarias circunstancias excepcionales, independientes de la voluntad de los individuos y de los partidos, para que el descontento rompa las cadenas del espíritu conservador y para que las masas estallen en rebelión. En consecuencia, los cambios rápidos en la opinión y en el humor de las masas en tiempos de revolución tienen su origen no en la elasticidad y flexibilidad de la psiquis humana sino, por el contrario, en su profundo conservadurismo. Las ideas y las relaciones sociales están en un retraso crónico en relación a las nuevas condiciones objetivas hasta el momento en que colapsan como en un cataclismo (...) la clase adquiere la conciencia del problema planteado por la crisis y las masas se orientan hacia la acción por el método de las aproximaciones sucesivas" (Historia de la Revolución Rusa). Este movimiento de radicalización puede ser revertido cuando "este ímpetu se rompe por obstáculos objetivos".

Estamos en una etapa de radicalización, que no ha sido derrotada por la reacción o por obstáculos insuperables; en una transición donde es absolutamente necesario para los partidos revolucionarios estudiar en detalle cada momento particular en el desarrollo de la crisis económica y política, cada manifestación de la resistencia de los trabajadores y el pueblo, desde la más pequeña lucha defensiva a las movilizaciones masivas, las huelgas generales y las rebeliones como en Grecia o Guadalupe, mediante una intervención sistemática en el movimiento, estableciendo un diálogo constante con las masas y sus reivindicaciones, viejas y nuevas, presentando el programa necesario para el desarrollo y victoria de la lucha, y preparando, mediante el método de la propaganda, la agitación y la organización, la lucha revolucionaria por el gobierno obrero y el socialismo.

La crisis mundial está acentuando la tendencia a explosiones sociales que ponen en la agenda la cuestión abierta de una transición hacia la revolución social y la transformación revolucionaria de la sociedad- o hacia la barbarie.

La rebelión griega resume muchos de los problemas a ser resueltos en esta transición. Es claro que la rebelión no fue dirigida por ningún partido político o fuerza organizada sobre la base de un proyecto político y programa. Es falso verla sólo como una expresión de espontaneidad de una juventud que se rebela contra la represión policial. Hubo intentos concientes por parte de las fuerzas de vanguardia para avanzar hacia una huelga general política. Muchas experiencias de las luchas pasadas fueron revividas y superadas; las burocracias fueron desafiadas y expulsadas de sus locales en muchas ocasiones. Junto con el monopolio de la violencia por parte del Estado, fue desafiado el control de la clase dominante sobre las informaciones, los medios de comunicación y la cultura. Por primera vez, las exigencias de una reorganización de las relaciones sociales bajo nuevas bases socialistas, por la reapropiación de la vida en todas sus manifestaciones, se expresaron en muchos sitios ocupados, en asambleas generales abiertas y en centros de acción.

Pero los límites de la rebelión de diciembre se volvieron rápidamente visibles: no hubo una organización revolucionaria política unificadora de las masas y de su vanguardia para canalizar la energía de la rebelión en un revolucionario "asalto al cielo". Pasok, la oposición centroizquierdista burguesa oficial, naturalmente fue hostil a la rebelión, estando a veces a la derecha del gobierno derechista al acusarlo de "incapaz" para imponer medidas efectivas de un estado policial. La burocracia sindical de la GSEE (Confederación General del Trabajo) (perteneciente al Pasok) boicoteó la huelga general y se opuso a la rebelión. El stalinista KKE se mantuvo del lado del estado burgués como un partido del orden. Las masas rebeladas dejaron atrás las otras fuerzas de izquierda, incluyendo las redes anarquistas. Las tendencias conservadoras aparecieron dentro de la izquierda extraparlamentaria, la cual viró de la acción directa a la formación de bloques electorales para las próximas elecciones. Mientras el diario de la burguesa con conciencia de clase, "Le Monde", escribió con temor que "Grecia está sin un Estado" (10/12/08), la clase obrera no estaba política ni organizativamente preparada o lista para derrocar al vapuleado régimen burgués mediante la toma del poder político y del destino en sus propias manos.

Sin embargo, la rebelión de diciembre en Grecia permanece invicta, como un ensayo general para la próxima etapa de confrontación en Grecia, en Europa e internacionalmente, como una fuente de inspiración para los revolucionarios de todo el mundo para las confrontaciones históricas que se avecinan.

La crisis mundial ha puesto en la agenda las cuestiones de "¿quiénes pagarán la crisis?" y "¿quienes gobernaran la sociedad?". La respuesta sólo puede ser dada comenzando de un punto de partida mundial. Nunca como ahora la tarea se planteó tan claramente: ¡necesitamos de una Internacional Revolucionaria de los Trabajadores, la Cuarta Internacional refundada!

Buenos Aires, 14 de abril de 2009
Declaración del Comité Ejecutivo de la CRCI

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