La disolución de la Unión Europea

La disolución de la Unión Europea

Jorge Altamira

El lenguaje de los analistas que siguen la bancarrota capitalista internacional tiene, desde hace un tiempo, connotaciones apocalípticas. Lo mismo ocurre con los jefes de gobierno, quienes no eluden la posibilidad de una ruptura de la zona euro en un número determinado de días. La crisis mundial no tiene salida económica en el cuadro político actual; deberá atravesar antes crisis políticas y reestructuraciones estatales de magnitud y, por supuesto, una fuerte agitación y rebeliones populares. La quiebra bancaria es generalizada: un reciente informe (The Wall Street Journal, 2/12) describe la situación límite de los bancos norteamericanos -como Morgan Stanley, Citibank, Goldman Sachs y Bank of America- por su fuerte exposición a los bancos franceses, cuya calificación ha sido rebajada como consecuencia de su insolvencia. El conjunto de los bancos europeos tiene un fuerte déficit financiero con Estados Unidos y una carencia equivalente de dólares. "Temen una corrida bancaria", asegura el semanario The Economist (3/12), el cual agrega: "Los fondos estadounidenses del mercado de dinero, que eran fuente de dinero para Europa, redujeron los préstamos en más de un 40% en seis meses"; en los últimos tres meses salieron 14 mil millones de euros de los bancos griegos. El Banco Central Europeo compra activos de bancos que no logran financiamiento a razón de los 200 mil millones de euros por semana, pero esto no reactiva de ningún modo el crédito (al revés, hay una marcada contracción), lo cual extiende el cuadro de bancarrota a la industria. Aunque los diarios machacan acerca de la exposición de los bancos europeos a las deudas públicas, el núcleo de la crisis pasa por las deudas que tienen entre ellos -en especial del centro a la periferia, por ejemplo la exposición de los bancos alemanes o austríacos a la deuda de los bancos de Europa central o los Balcanes.

Directorio franco-alemán

Las salidas que se discuten en Europa son fuertemente deflacionarias -o sea reducciones de gastos públicos y de salarios, depresión de la demanda, concentración de la industria y de los bancos. Esta línea de acción responde a los intereses de Alemania, la cual reproduce -en esta crisis- la política que adoptó cuando anexó a Alemania oriental. La deflación produjo un desmantelamiento de la industria del este en beneficio del capital instalado en el oeste de Alemania. La deflación fortalece también la cotización de la deuda pública alemana y, por lo tanto, de los bancos alemanes que son sus principales tenedores. Se trata, en realidad, de una política de extorsión en gran escala, porque bastaría que sus rivales ‘patearan el tablero' y declararan una moratoria de deuda para precipitar la corrida bancaria en Alemania. Es, sin embargo, lo que más temen las otras naciones y, en especial, Estados Unidos y China -para quienes una quiebra europea significaría un derrumbe del mercado mundial. Lo mismo vale para Gran Bretaña.

La alemana Merkel y el francés Sarkozy han estado conspirando en torno a lo que denominaron una "unión fiscal' de la totalidad de la Unión Europea -o al menos de la zona euro-, bajo el supuesto de que la crisis europea no es de carácter capitalista, sino que obedece a las disparidades de la construcción original del euro. Se trata de una patraña, porque el planteo no apunta a un presupuesto único que reúna los ingresos de todos los países, sino a una tutela de los presupuestos nacionales por el directorio Merkozy. Pero la bancarrota europea no es fundamentalmente fiscal, sino bancaria: esa tutela no resuelve nada. El empantamiento es completo. La respuesta se verá en los próximos días, con nuevos derrumbes bursátiles y de las deudas públicas. Aunque el FMI, por orden del Tesoro norteamericano, ha ido a socorrer a Grecia, el directorio Merkozy está manejando la alternativa de una salida de varias naciones de la zona euro -no solamente Grecia, sino también Irlanda. Para los mejores observadores de la crisis, este desmantelamiento parcial produciría una acentuación de la política deflacionaria del núcleo central de la zona. En ese caso, países como España, Italia y hasta Bélgica u Holanda se acercarían a la puerta de salida. La ‘manovra' (maniobra) del procónsul en Italia, Mario Monti, que reduce el gasto estatal en 30 mil millones de euros -a fuerza de cortes en las jubilaciones y la suba de impuestos al consumo y al patrimonio de las familias- no sacará de la bancarrota al Monte Paschi de Siena (en la mira de los bancos franceses) o al Unicredit, expuesto sin salida a Austria y Europa central, tampoco a la deuda italiana de dos billones de euros. El planteo de la "Europa de dos o tres velocidades" es una versión de la disolución de la Unión Europea. El directorio Merkozy esconde a otro directorio, el de la Trilateral formada en los '70, del cual son parte los italianos Monti, ‘primer ministro', y Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo -ambos funcionarios de Goldman Sachs.

China

La novedad importante en todo esto tiene lugar fuera de Europa, pues en octubre cayó, por primera vez, la producción industrial de China. Hasta el columnista de Clarín, Jorge Castro, un optimista todoterreno, ha comenzado a ensombrecerse. Los despidos han alcanzado dimensiones tales que han provocado huelgas y rebeliones obreras en la industria de la zona más desarrollada del país. Los K pueden creer que Argentina está ‘blindada'; pero los chinos, no. Las leyes del desarrollo capitalista, o sea de su tendencia al derrumbe, se aplican a China con mayor razón que en cualquier otro país, porque sus estructuras capitalistas son mucho más débiles. La deuda de las autoridades locales de China ha crecido en forma exponencial y se financia con la expropiación de tierras de los campesinos, con las consiguientes revueltas populares. La exposición de la banca estatal y privada de China a la especulación inmobiliaria -en situación de quiebra- es, simplemente, desconocida. El crédito internacional de China con el resto del mundo está más que compensado por la deuda de la banca central de China con el sistema financiero local.

El impasse de la izquierda europea

El centroizquierda europeo ha sido el puntal de la formación de los ‘gobiernos técnicos' en Italia y Grecia, los que son la expresión de la disolución política de los regímenes semi-parlamentarios. La derecha, en Italia y en Francia, se ha lanzado a una operación política para capitalizar el descontento popular contra los planes de ajuste, cuyo eje es el rechazo a estos gobiernos fantoches e incluso el rechazo a la zona euro -y, en ocasiones, a la Unión Europea. Lo mismo ocurre con la derecha llamada ‘euroescéptica' en Gran Bretaña. La posición nacionalista es asumida también por partidos comunistas, como los de Grecia y Portugal. El centroizquierda de Europa, en cambio, es el puntal de los planes de ajuste, de la defensa del euro y de la Unión Europea: repite el rol que jugó en la crisis del '30, que abrió el camino al fascismo. Gran parte de la izquierda internacionalista, lamentablemente, tiene desde hace tiempo una posición centrista: plantea ‘una democracia social', en el marco de la Unión Europea o incluso una Federación Socialista sin romper antes con la Unión Europea y sin reivindicar la necesidad de separarse y romper con la Unión Europea en función de los Estados Unidos Socialistas de Europa, con Rusia incluida -en especial por parte de las naciones sometidas de la Unión Europea, como Grecia, Irlanda, Portugal o incluso España y las naciones de Europa oriental. Pero la necesidad de defender el euro y la Unión Europea es, precisamente, la principal extorsión que lanzan los gobiernos capitalistas para imponer sus planes de ajuste. Ninguna salida popular es viable sin el repudio de la deuda pública con los banqueros usureros -lo cual plantea, de inmediato, la disolución de la Unión Europea. En oposición al nacionalismo fascistoide y al stalinista, la ruptura de la Unión Europea debe ser planteada en función de la Unidad Socialista de Europa, incluida Rusia. Esta reivindicación debe servir a la unidad del proletariado de Europa, que busca una salida al derrumbe capitalista. La Unión Europea y el euro están condenados: si no le pone fin la clase obrera en nombre de una Federación de gobiernos de trabajadores, le pondrán fin la derecha y el fascismo para reforzar la opresión nacional -que la Unión Europea nunca tuvo como mira superar, sino reforzar.

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