El marxismo y el fin de la filosofía clásica
Mauricio Lucio
26/03/2009
El marxismo (entiéndase la concepción dialéctica y realista de la historia y del mundo) es la superación de toda filosofía precedente, de toda epistemología científica y técnica, y cualquier sistema mental de razonamiento, no precisamente por que sea una concepción que, de una u otra forma, reconozca el movimiento objetivo del mundo circundante o por que su “sistema” de categorías de análisis sea contrapuesto a la lógica formal (“metafísica”); el marxismo operó una revolución en el mismo terreno de la filosofía y en la propia forma de concebirla, otorgándole, en adelante, la posibilidad permanente y congruente de comunicación, no solamente con los problemas del conocimiento objetivo del mundo y la historia, sino – lo que verdaderamente lo distingue y fundamenta – con las formas de conciencia social de la época contemporánea, en forma inmanente con la propia realidad.
Por eso el marxismo no es una filosofía junta o contrapuesta a las otras, porque es la ruptura de toda la precedente (clásica) concepción sobre la propia filosofía y su significado; el marxismo es la indicación perentoria de la necesidad de reestructuración de todo el modo de ser del saber filosófico, es la crítica y expulsión de todas las categorías que constituyeron su fundamento. Por ello puede denominarse a una: filosofía clásica, y a otra: filosofía de la praxis social.
Marx explicita la orientación de la nueva concepción dialéctica – realista de la historia y del mundo cuando afirma que:
“los filósofos se han limitado a interpretar de diversas formas el mundo, de lo que se trata es transformarlo”
El fundamento para comprender esta conquista revolucionaria del pensamiento humano, se basa en la concepción superada que representa el marxismo, de toda dicotomía de la relación entre el ser y el pensar, que el pensamiento clásico (y el actual posmoderno y estructuralista) se planteaba (como se plantea hoy) como verdaderos problemas del conocimiento y de la vida, sobre los cuales siempre se terminaba (como se termina hoy) tomando partido y posición, siempre sobre la base de uno de los “componentes” de esa división tradicional.
Con el marxismo, la filosofía abandona aquella función clásica de construcción de sistemas coherentes de pensamiento respecto del mundo en general, del ser en general, del deber ser en general, etc., para situarse en el campo vivo, cotidiano, contemporáneo y concreto de la transformación constante de la realidad social, como consecuencia de luchas permanentes entre fuerzas históricas dentro de la misma sociedad, de tendencias opuestas (económicas, políticas y culturales) dentro de un determinado e ininterrumpido devenir concreto de la historia.
Despojado de ésta concepción revolucionaria, el marxismo rápidamente se convierte en una sociología más o menos amplia, en una “ciencia” que explica la variación de las condiciones históricas por la variación de las condiciones económicas sin la mínima posibilidad de sostener, en forma efectiva, una serie de confrontaciones reales que giren alrededor de la hegemonía de una cultura, de una concepción del mundo, de la transformación concreta de la realidad, de la sociedad en su conjunto.
Para el método dialéctico el problema central es la transformación de la realidad. Ignorar esta centralidad convierte al método dialéctico en un ornamento más de la “sociología”, “economía” y “ciencia” marxista. El sociólogo puede, o no, “utilizar” el método dialéctico, según la necesidad “científica”, sin que se altere en nada su actitud respecto de la realidad. La realidad se prefigura entonces como impenetrable, fatal e inmutable. Este es el elemento fundamental sobre el cual se basa la crítica de la ciencia burguesa iniciada por Marx y Engels.
Por ejemplo, si nos referimos a aquella superstición del economicismo y el voluntarismo que separan “científicamente” en los análisis de la sociedad la estructura y la superestructura como estrictos modelos teóricos, no se podría comprender en forma correcta la aparición concreta de fuerzas históricas que transforman en forma permanente la propia sociedad. La sociología burguesa y toda esa laya de intelectuales del “sentido común” explican las causas del movimiento histórico y los fenómenos sociales a través de una serie de razonamientos “lógicos”: las predestinaciones celestiales, los destinos nacionales, de la raza, o como resultado efectivo de cálculos de tal o cual élite, partido político o caudillo del momento, no puede considerar, por sus propias limitaciones alienizantes, a las fuerzas históricas como partes integrantes, no separables, de un único proceso social, en el cual está inserta hasta su propia conducta.
La historia es el conjunto de circunstancias (económicas, políticas y culturales) que los hombres plasman a partir de sus relaciones sociales de producción, y su devenir, son las luchas concretas que se desprenden de la contradictoriedad de tales relaciones. Una vez dijo Marx que “la sociedad, solo se plantea objetivos cuyas condiciones de solución se encuentran desarrolladas o en vías de desarrollo”, de ello se puede extraer que los grandes objetivos avivados por las fuerzas históricas concretas, que mueven las voluntades de los individuos y del conjunto de la sociedad, responden a determinaciones de la propia formación social, “la realidad tiende al pensamiento” y no al revés, por eso el mismo Marx dijo también que si se observa bien “se vera que el mundo posee desde hace mucho tiempo el sueño de una cosa, de la que basta con tener conciencia, para poseerla realmente”. La relación de la conciencia con la realidad, la conciencia de las “condiciones de solución” de aquellos objetivos que se traza el propio desarrollo histórico - social, rompe las murallas “infranqueables” de la realidad, entonces la idea se funde con ésta y da cuenta de su devenir concreto. Dicho sea de paso, este hecho es la medida de toda ética y moral de la inteligencia humana.
Entonces el paso a la conciencia de esas condiciones se convierte en el paso decisivo que el proceso histórico tiene que dar para cumplir su “objetivo”. La teoría tiene una verdadera función histórica cuando se da una situación real, en la cual el correcto conocimiento de la sociedad es menester de la autoafirmación de una tendencia objetiva del devenir social expresada en una determinada condición, dentro de determinadas relaciones sociales de producción y distribución, ósea de una determinada clase social unida contradictoriamente (en lucha) a la totalidad, entonces esa clase se convierte en sujeto y objeto del conocer. La teoría interviene en forma inmediata y adecuada en el proceso de transformación de la realidad, en la revolución. La concepción dialéctica – realista de la historia y del mundo (marxismo) no trata de enlazarse en forma casual con la revolución, mas bien, es la expresión intelectual del mismo proceso revolucionario.
“[…] cada estadio de ese proceso se fija en ella para conseguir generalidad y comunicabilidad, para poder ser aprovechado y continuado. Al no ser esa teoría mas que la fijación y la conciencia de un paso necesario, se convierte al mismo tiempo en presupuesto necesario del paso siguiente inmediato.”
Por último, se debe advertir que al ignorar – como lo hacen por un lado los “críticos” y por otro los seguidores positivistas del marxismo - estas precisiones en cuanto al rol mismo del marxismo como filosofía de la praxis social, como filosofía de la revolución, los “críticos”, por un lado, critican una construcción caricaturizada que realiza la ciencia oficial sobre el marxismo y, por otro, los custodios del marxismo “científico” - que recrean la clásica dicotomía del análisis social – aunque se logren tamizar dentro de las filas del socialismo a través de altisonantes adscripciones públicas al “leninismo”, “troskismo”, “guevarismo”, etc., no son mas que los representantes viciados del idealismo histórico y el materialismo vulgar respectivamente, ambos superados hace mucho tiempo. El trabajo de voluntaristas por un lado y sociologistas por otro, en la práctica concreta, puede expresarse en dos palabras: oportunismo extremo.
La Paz, Bolivia
26/03/2009
26/03/2009
El marxismo (entiéndase la concepción dialéctica y realista de la historia y del mundo) es la superación de toda filosofía precedente, de toda epistemología científica y técnica, y cualquier sistema mental de razonamiento, no precisamente por que sea una concepción que, de una u otra forma, reconozca el movimiento objetivo del mundo circundante o por que su “sistema” de categorías de análisis sea contrapuesto a la lógica formal (“metafísica”); el marxismo operó una revolución en el mismo terreno de la filosofía y en la propia forma de concebirla, otorgándole, en adelante, la posibilidad permanente y congruente de comunicación, no solamente con los problemas del conocimiento objetivo del mundo y la historia, sino – lo que verdaderamente lo distingue y fundamenta – con las formas de conciencia social de la época contemporánea, en forma inmanente con la propia realidad.
Por eso el marxismo no es una filosofía junta o contrapuesta a las otras, porque es la ruptura de toda la precedente (clásica) concepción sobre la propia filosofía y su significado; el marxismo es la indicación perentoria de la necesidad de reestructuración de todo el modo de ser del saber filosófico, es la crítica y expulsión de todas las categorías que constituyeron su fundamento. Por ello puede denominarse a una: filosofía clásica, y a otra: filosofía de la praxis social.
Marx explicita la orientación de la nueva concepción dialéctica – realista de la historia y del mundo cuando afirma que:
“los filósofos se han limitado a interpretar de diversas formas el mundo, de lo que se trata es transformarlo”
El fundamento para comprender esta conquista revolucionaria del pensamiento humano, se basa en la concepción superada que representa el marxismo, de toda dicotomía de la relación entre el ser y el pensar, que el pensamiento clásico (y el actual posmoderno y estructuralista) se planteaba (como se plantea hoy) como verdaderos problemas del conocimiento y de la vida, sobre los cuales siempre se terminaba (como se termina hoy) tomando partido y posición, siempre sobre la base de uno de los “componentes” de esa división tradicional.
Con el marxismo, la filosofía abandona aquella función clásica de construcción de sistemas coherentes de pensamiento respecto del mundo en general, del ser en general, del deber ser en general, etc., para situarse en el campo vivo, cotidiano, contemporáneo y concreto de la transformación constante de la realidad social, como consecuencia de luchas permanentes entre fuerzas históricas dentro de la misma sociedad, de tendencias opuestas (económicas, políticas y culturales) dentro de un determinado e ininterrumpido devenir concreto de la historia.
Despojado de ésta concepción revolucionaria, el marxismo rápidamente se convierte en una sociología más o menos amplia, en una “ciencia” que explica la variación de las condiciones históricas por la variación de las condiciones económicas sin la mínima posibilidad de sostener, en forma efectiva, una serie de confrontaciones reales que giren alrededor de la hegemonía de una cultura, de una concepción del mundo, de la transformación concreta de la realidad, de la sociedad en su conjunto.
Para el método dialéctico el problema central es la transformación de la realidad. Ignorar esta centralidad convierte al método dialéctico en un ornamento más de la “sociología”, “economía” y “ciencia” marxista. El sociólogo puede, o no, “utilizar” el método dialéctico, según la necesidad “científica”, sin que se altere en nada su actitud respecto de la realidad. La realidad se prefigura entonces como impenetrable, fatal e inmutable. Este es el elemento fundamental sobre el cual se basa la crítica de la ciencia burguesa iniciada por Marx y Engels.
Por ejemplo, si nos referimos a aquella superstición del economicismo y el voluntarismo que separan “científicamente” en los análisis de la sociedad la estructura y la superestructura como estrictos modelos teóricos, no se podría comprender en forma correcta la aparición concreta de fuerzas históricas que transforman en forma permanente la propia sociedad. La sociología burguesa y toda esa laya de intelectuales del “sentido común” explican las causas del movimiento histórico y los fenómenos sociales a través de una serie de razonamientos “lógicos”: las predestinaciones celestiales, los destinos nacionales, de la raza, o como resultado efectivo de cálculos de tal o cual élite, partido político o caudillo del momento, no puede considerar, por sus propias limitaciones alienizantes, a las fuerzas históricas como partes integrantes, no separables, de un único proceso social, en el cual está inserta hasta su propia conducta.
La historia es el conjunto de circunstancias (económicas, políticas y culturales) que los hombres plasman a partir de sus relaciones sociales de producción, y su devenir, son las luchas concretas que se desprenden de la contradictoriedad de tales relaciones. Una vez dijo Marx que “la sociedad, solo se plantea objetivos cuyas condiciones de solución se encuentran desarrolladas o en vías de desarrollo”, de ello se puede extraer que los grandes objetivos avivados por las fuerzas históricas concretas, que mueven las voluntades de los individuos y del conjunto de la sociedad, responden a determinaciones de la propia formación social, “la realidad tiende al pensamiento” y no al revés, por eso el mismo Marx dijo también que si se observa bien “se vera que el mundo posee desde hace mucho tiempo el sueño de una cosa, de la que basta con tener conciencia, para poseerla realmente”. La relación de la conciencia con la realidad, la conciencia de las “condiciones de solución” de aquellos objetivos que se traza el propio desarrollo histórico - social, rompe las murallas “infranqueables” de la realidad, entonces la idea se funde con ésta y da cuenta de su devenir concreto. Dicho sea de paso, este hecho es la medida de toda ética y moral de la inteligencia humana.
Entonces el paso a la conciencia de esas condiciones se convierte en el paso decisivo que el proceso histórico tiene que dar para cumplir su “objetivo”. La teoría tiene una verdadera función histórica cuando se da una situación real, en la cual el correcto conocimiento de la sociedad es menester de la autoafirmación de una tendencia objetiva del devenir social expresada en una determinada condición, dentro de determinadas relaciones sociales de producción y distribución, ósea de una determinada clase social unida contradictoriamente (en lucha) a la totalidad, entonces esa clase se convierte en sujeto y objeto del conocer. La teoría interviene en forma inmediata y adecuada en el proceso de transformación de la realidad, en la revolución. La concepción dialéctica – realista de la historia y del mundo (marxismo) no trata de enlazarse en forma casual con la revolución, mas bien, es la expresión intelectual del mismo proceso revolucionario.
“[…] cada estadio de ese proceso se fija en ella para conseguir generalidad y comunicabilidad, para poder ser aprovechado y continuado. Al no ser esa teoría mas que la fijación y la conciencia de un paso necesario, se convierte al mismo tiempo en presupuesto necesario del paso siguiente inmediato.”
Por último, se debe advertir que al ignorar – como lo hacen por un lado los “críticos” y por otro los seguidores positivistas del marxismo - estas precisiones en cuanto al rol mismo del marxismo como filosofía de la praxis social, como filosofía de la revolución, los “críticos”, por un lado, critican una construcción caricaturizada que realiza la ciencia oficial sobre el marxismo y, por otro, los custodios del marxismo “científico” - que recrean la clásica dicotomía del análisis social – aunque se logren tamizar dentro de las filas del socialismo a través de altisonantes adscripciones públicas al “leninismo”, “troskismo”, “guevarismo”, etc., no son mas que los representantes viciados del idealismo histórico y el materialismo vulgar respectivamente, ambos superados hace mucho tiempo. El trabajo de voluntaristas por un lado y sociologistas por otro, en la práctica concreta, puede expresarse en dos palabras: oportunismo extremo.
La Paz, Bolivia
26/03/2009
El Marxismo es una idiologia que se adecua a nuestra realidad, es realmente la vision de un mundo nuevo, de un mundo sin explotadores ni explotados, de un mudo mejor para la sociedad que ha tenido que soportar un mundo injusta por la burgesia y por los gobiernos solapadores.
ResponderEliminarchequen rumbosocialista.blogspot.com
Solidaridad con los trabajadores y campesinos Bolivianos
ResponderEliminarEl presidente Boliviano Evo Morales, inicio una huelga de hambre que cuenta con el apoyo de dirigentes obreros, campesinos e indígenas.
La medida apunta a torcerle el brazo a los golpistas asesinos que intentan boicotear el proceso electoral de diciembre donde probablemente el MAS obtendrá la mayoría en el Congreso, quitándole a la derecha opositora su último bastión: La Paz.
La burguesía Boliviana encolumnada en la oposición vuelve a mostrar una vez más su cara reaccionaria y antidemocrática y claramente opuesta al pueblo Boliviano que lucha por transformar la sociedad.
Luego de fracasar una y otra vez en el intento de derrocar al Gobierno de Evo Morales, utilizando la desestabilización, el boicot e incluso el asesinato; La burguesía vuelve a la carga temiendo que el proceso iniciado por los sectores populares se profundice y amenace sus privilegios y sus millones.
Este tipo de medidas adoptadas por los representantes de la burguesía (Capitalistas, banqueros y terratenientes) nos muestra su verdadero rostro. Un rostro violento y antidemocrático que solo busca mantener el domino económico sobre el pueblo Boliviano a costa de sumir el país en la pobreza.
Ante estos ataques de la derecha es necesario plantarse y no entregar concesiones como lo han echo sectores del MAS (El MAS había aceptado el jueves reducir de 18 a 4 la cuota de bancas para las comunidades originarias, reconocidas legalmente por la nueva Constitución y crece la idea de no incluir el voto de los bolivianos residentes en el exterior). Este tipo de conseciones no hace más que fortalecer a la derecha ya que la debilidad invita a la agresión.
No alcanza con una huelga de hambre, para vencer a la derecha es necesario apelar a la movilización masiva de los sectores populares. Hacer un llamado a los trabajadores a que ocupen las fábricas y empresas y a los campesinos a que ocupen las tierras de los terratenientes. Solo a través de la acción directa de los trabajadores y campesinos se puede derrotar a la derecha golpista y contrarrevolucionaria. En este sentido la COB debería convocar a los trabajadores a realizar una ocupación masiva de los lugares de trabajo en apoyo al presidente Evo Morales.
Pero este tipo de medidas no deben ser temporarias, esta claro que si no se derrota definitivamente a la burguesía y sus representantes políticos, volverán a la carga una y otra vez utilizando todo tipo de métodos ilegales hasta destruir el proceso de cambio.
Los poderosos, que durante años saquearon desvergonzadamente al pueblo Boliviano se resisten a morir y como ya hemos podido ver no les tiembla la mano a la hora de derramar sangre trabajadora y campesina.
Ante esta situación es necesario actuar. Expropiar a la burguesía para poner los medios productivos al servicio del pueblo Boliviano y no de un puñado de parásitos ricachones.
Como ya lo ha mencionado el presidente Evo Morales es necesario erradicar el capitalismo, esto solo es posible a través de la acción conjunta de los sectores populares basada en un programa socialista y revolucionario.
¡VIVA LA REVOLUCION BOLIVIANA!
FUENTE: http://esrojoelojo.blogspot.com
LINK DE LA ENTRADA:http://esrojoelojo.blogspot.com/2009/04/solidaridad-con-los-trabajdores-y.html