Defolteemos, el ´modelo argentino´ para el mundo

Defolteemos, el ´modelo argentino´ para el mundo

Por Jorge Altamira

Financieramente, la economía de la Unión Europea está quebrada. Por este lado, ya no hay salidas y se abre camino una crisis política de alcances históricos. La información que ofrecen los medios de comunicación acerca de la solvencia de los bancos tiene una relación remota con la realidad. La Oficina de Auditoría Internacional (véase Financial Times, 30/8) acaba de advertir sobre “las inconsistencias de las previsiones por quebrantos de la deuda griega por parte de bancos y aseguradoras”; es decir que el capital de los bancos es negativo. Esta falsificación contable se produce cuando la desvalorización de esa deuda es mayor al 50%, aun cuando cuenta con avales y garantías de la Unión Europea. El JP Morgan ha recargado las tintas: “Ningún banco (¡!) -dice- ha hecho provisiones por pérdidas sobre la deuda de ningún país (¡!) durante la primera parte del año”. Los franceses BNP Paribas y CNP Assurances convencieron a sus auditores de que el mercado de la deuda griega era “demasiado ilíquido” para poder valuarlo, un pretexto grosero para ocultar sus pérdidas en esos títulos. En realidad, Grecia se ha convertido en una “economía de transacciones (al contado), el sistema bancario está terminado, el poco dinero que queda se está fugando” -este año se han ido 190 mil millones de euros; 300 mil millones se encuentran en el exterior. El economista Jeffrey Sachs habla de una “completa barrida de las líneas de crédito para Grecia y de un estrangulamiento intenso”, o sea que no tiene medios propios de salida de ninguna especie. El BNP tiene el 6% de sus activos expuesto a la deuda pública de Europa, o sea la totalidad de su capital -y mucho más a la deuda de bancos y corporaciones privadas. La niña mimada de la Unión Europea, Alemania, sólo investigó -si se lo puede llamar así- la solvencia de la mitad de sus bancos (el quebranto de los demás lo dio por descontado), para descubrir que su exposición a la deuda europea es 32 veces el valor de sus capitales. Los resultados de las “pruebas de resistencia” efectuadas por los gobiernos restantes de la UE a sus propios bancos fueron ignorados como una farsa.

Derrumbe de mercados monetarios

Esgrimir, sin embargo, la imposibilidad de valuar activos es un pretexto de dudoso valor, pues supone una ruptura del mecanismo de las transacciones financieras y una valuación de activos que tiende a cero. Una periodista del Financial Times, Gillian Tett, ya había expuesto antes (25/8) que la supervivencia de la banca europea estaba asociada a los préstamos de corto plazo que recibe de los fondos de cobertura norteamericanos -o sea que se endeuda para disimular la bancarrota. El problema es que esos fondos comenzaron a retirar su dinero de los bancos europeos desde junio -“silenciosamente” y “sigilosamente”- hacia Estados Unidos. Se trata de un mercado monetario, de corto plazo, de la friolera de ocho billones de dólares. Naturalmente, el costo de este financiamiento “ha explotado a niveles que son ‘masivamente prohibitivos’ -e insostenibles”. “Los bancos franceses no se pueden financiar”, informa Financial Times (15/9); tienen una exposición a la deuda griega que supera holgadamente el promedio. Morgan Stanley, otro banco, ha calculado que el 58% de esos ocho billones deben ser refinanciados antes de dos años y que el 47% en menos de un año. Los fondos que salen de Europa se ‘refugian’ en los bonos del Tesoro norteamericano. Este ‘retorno’ al dólar se manifiesta por doquier y explica las devaluaciones que están sufriendo numerosas monedas como, por ejemplo, el real de Brasil -el que ha comenzado a caer como un plomo.

Gillian Tett se equivocó, sin embargo, cuando supuso que las autoridades europeas se abstenían de intervenir ante este retiro de fondos para evitar la sospecha de que Europa se encontraba en las vísperas de una bancarrota similar a la que afectó a Estados Unidos en 2008, cuando quebró Lehman Brothers. Una semana más tarde, los cinco principales bancos centrales del mundo se unieron para hacer lo que la periodista misma estaba recomendando: una oferta ilimitada de fondos por cuatro meses, para sustituir la sequía del mercado monetario. Los bancos europeos han perdido acceso a más de 700 mil millones de dólares en financiamiento en esa moneda. La acción de rescate por parte de los Estados, además de probar que el capital está privado de locomoción propia y amenazado, por lo tanto, de disolución, no pasa de ser una operación de dilación, porque los fondos que proveen esos bancos centrales deben obtener la contrapartida de garantías (acciones, títulos) de valor real de mercado -precisamente lo que les escasea. De acuerdo a otro periodista del Financial Times: “En el primer trimestre del año que viene, vence una cantidad récord de financiamiento a plazo en Europa. No es claro que el Banco Central Europeo pueda hacer frente a este apoyo de liquidez que los bancos van a necesitar si los mercados rehúsan el refinanciamiento. El sistema monetario y financiero de Europa se está desmoronando”. No lo dice la IV Internacional, sino la biblia de la prensa financiera. Muchos son los que hablan de una quiebra de bancos centrales, debido a este vuelco de dinero a fondo perdido por parte de los mismos; sus capitales se tornarían negativos. El capital negativo de un banco central solamente se puede superar por medio de un rescate fiscal (hoy las finanzas públicas están en ruinas) o de un derrumbe de la moneda nacional (por la emisión de dinero no recobrada).

La flamante directora del FMI trató de clarificar un poco la situación de derrumbe, cuando dijo que los bancos europeos necesitaban ser recapitalizados por sus gobiernos en 200 mil millones de euros. La mujer se quedó muy corta, claro, pero provocó un tumulto cuando pidió que fueran los acreedores de los bancos los que los rescataran mediante la transformación de sus títulos en acciones de los mismos. El primer caso comportaría una nacionalización parcial de los bancos, algo que los capitalistas resisten -aunque los bancos franceses ya operan como sucursales públicas, pero bajo dirección privada. El segundo provocaría, además de una desvalorización de los créditos (pérdida para los acreedores), una desvalorización del capital, debido a la emisión de un número mayor de acciones. Ambos casos llevarían a caídas de las Bolsas, o sea que afectarían los valores de capital del conjunto de la burguesía -deflación y depresión. Esto explica el rechazo que ha suscitado en los medios financieros.

“Argentinización”

El famoso economista Nouriel Roubini acaba de propiciar “la solución argentina” para los problemas mundiales (Financial Times, 19/9) -algo que no debería enorgullecer a la Presidenta porque los K no tuvieron que ver nada con ella, ya que apoyaron hasta último momento la convertibilidad. Roubini sostiene que los males de Europa, afectada por el derrumbe de Grecia, no tienen principio de salida si no se habilita la salida de Grecia del euro, el retorno a la dracma, la devaluación de la moneda y ‘dracmificar’ los depósitos y la deuda pública. Las pérdidas enormes que sufriría la banca europea, como consecuencia de este ‘defol’ de Grecia, deberían ser compensadas por sus respectivos gobiernos, en especial Alemania y Francia. Lo mismo habría que hacer con Portugal o Irlanda. Italia y España podrían ser socorridas por los fondos públicos que se dejarían de usar en el salvataje a Grecia. La desvalorización de la deuda pública griega atraería fondos nuevos (‘buitres’) al mercado financiero de Grecia.

La ‘solución argentina’ no tuvo, sin embargo, nada de argentina: fue una ‘solución china’, pues a partir de abril de 2002 el ingreso de China al mercado mundial resucitó el mercado agroexportador de Argentina y habilitó la salida de aquel derrumbe. Ninguna devaluación podría devolver a Grecia al mercado mundial (salvo en el turismo), cuando la sobreproducción mundial es mayor que nunca, hay guerras de monedas y se pronostica una acentuación de la recesión en Europa y Estados Unidos, así como el deterioro de la demanda de China e India. Los fondos que ha emitido la Reserva Federal para sostener la posición de los bancos norteamericanos, desde finales de 2008, no han logrado reanimar el mercado de crédito. En su mayor parte han vuelto al Banco Central como una reserva o colchón contra una bancarrota, o para financiar operaciones especulativas en distintos mercados nacionales -que solamente han servido para tornar a la crisis más explosiva. Lo mismo está ocurriendo ahora con los bancos europeos, a partir de la intervención de los cinco bancos centrales antes mencionados. La ‘solución argentina’ a la crisis mundial equivaldría, en estas condiciones, a producir una declaración internacional de quiebra del capitalismo: esa es la diferencia.

Suiza no es un paraíso

Los extremos que ha alcanzado la crisis mundial se perciben más que en los grandes números, en las sutilezas. Cuando, hace dos semanas, Suiza abandonó el libre cambio del franco suizo, para detener su revalorización y frenar el ingreso masivo de capitales, y ató su cotización al euro (que se está devaluando por la crisis en Europa), dejó al descubierto que ninguna moneda podría servir como reserva de valor (un rol que, hasta hace poco, lo cumplía el dólar) -ni siquiera el oro. Demostró, simplemente, que los capitales no encuentran refugio a la devaluación del dólar que promueve Estados Unidos; que los capitales no pueden transmutarse en las distintas formas monetarias que tiene su circulación. Brasil fue el primero en seguir el ejemplo de Suiza, al devaluar el real, dando forma más clara a la ‘guerra de monedas’ que había denunciado su ministro de Economía. Por el momento, esos capitales que han salido por temor a devaluaciones han ido a la adquisición de las deudas públicas norteamericana y alemana, a cuyos Estados se les atribuye mayor poder financiero. Pero la crisis europea, en un caso, y la emisión de dólares, en el otro, no dejan de socavar en forma efectiva o potencial al euro y al dólar, respectivamente. El oro, por su lado, una vez que fue elegido como refugio en la crisis -bajo la sospecha de una generalizada devaluación de monedas-, ha sido objeto de una especulación intensa y pasible de una gran manipulación de su precio. Las quiebras provocadas por la especulación han acentuado la tendencia a nuevas especulaciones, financiadas con dinero público. En este cuadro, Europa ha desnudado su enorme dependencia del dólar -moneda que financia sus deudas: Europa opera en euros, pero se endeuda en dólares, porque el stock de euros no alcanza para el conjunto del financiamiento bancario. El proceso monetario y financiero ha perdido conexión con el proceso productivo. Al agudizar su carácter ficticio y su distanciamiento de la valorización real del trabajo social, ha reforzado la tendencia a la bancarrota y a las quiebras de todo tipo.

´Anchluss’ (Anexión)

No hay situaciones sin salida, obvio. Pero la salida deberá ser encontrada a través de crisis sociales y políticas excepcionales. En 1990, la entonces República Federal Alemana se engulló a Alemania Oriental a través de un costo fabuloso para sus finanzas públicas, que le permitió confiscar las mejores empresas del Este y financiar el cierre de las que competían con el capital internacional. Le llevó una década y media recuperar las condiciones que la habían hecho una competidora formidable -y esto gracias a la disolución del bloque soviético y al mercado de China-, también. Son muchos los que piensan que algo similar podría ocurrir, pero para el conjunto de Europa. Alemania, sin embargo, no podría financiar un Anchluss en esta escala; antes tendría que provocar un derrumbe social de sus futuros vasallos. Es contra este obstáculo que se estrellan las propuestas de producir una unión fiscal de los Estados de la Unión Europea y un mercado europeo único de deuda pública, que intente reciclar la bancarrota en curso y la lleve a una salida indolora.

La crisis no ha puesto en cuestión solamente la Unión Europea. Algo similar ocurre con el acople entre Estados Unidos y China -el eje del ciclo económico de la última década. La salida a la crisis plantea, para el capital, la profundización del desarrollo del mercado capitalista en China -o sea la dislocación de la protección estatal. Se menciona hasta el hartazgo la deuda pública de Estados Unidos con China, pero se olvida la deuda de China con el capital privado occidental que ha ingresado a razón de 100 mil millones de dólares por año en más de una década. Es capital dinero, el primero, contra capital industrial y financiero, el segundo (China tiene, además, una deuda monetaria con sus bancos de un par de billones de dólares en yuanes.) En Europa se plantea el desmantelamiento de la protección de sus naciones ‘periféricas’, incluida Italia. La economía capitalista mundial reclama el desmantelamiento de las barreras al capital financiero internacional. Es el choque inevitable entre potencias y entre las clases sociales.

Blindados

Final: en Argentina se discute el futuro del ‘modelo’ con referencias al precio de la soja o al mercado automotor de Brasil. Qué mediocridad. Se usan elementos circunstanciales para escamotear un proceso histórico de derrumbe del capital -el cual no tiene nada que ver con la tendencia a largo plazo del consumo de un poroto por la modificación de la dieta en Asia, sino con la disolución de las relaciones de capital. De golpe, los ‘gurús’ de la ‘globalización’ se olvidan de la conexión instantánea de los mercados financieros y de su fuerza dislocadora internacional en un marco de bancarrota. En el mundo se ha puesto en marcha un movimiento de masas que será, en corto tiempo, gigantesco y que pondrá al capitalismo frente a su desafío definitivo.

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