Crisis mundial se transforma en guerra política a tres bandas
El derrumbe financiero internacional alcanzó su punto más alto en septiembre de 2008, cuando el gobierno de Bush dejó caer al banco de inversión Lehman Brothers -con activos por 650 mil millones de dólares. Esa decisión, una ofrenda a su rival Goldman Sachs y a la concentración del negocio bancario, paralizó el crédito mundial y congeló el comercio internacional. El mismo monto suman, ahora, los vencimientos de los tres principales bancos de Irlanda -un país cuyo producto interno es de poco más de 180 mil millones de dólares. Estaríamos asistiendo, por lo tanto, al equivalente de un Lehman Brothers en Europa. Es obvio que quienes han dicho que la ‘recuperación' está en pleno desarrollo estaban mirando otro planeta. Lo mismo cabe para quienes la bancarrota capitalista les suena como una caracterización un poco subida de tono. Pero a seis meses de la convocatoria de acreedores de Grecia, es claro que la quiebra de Irlanda vuelve a poner a la Unión Europea al borde de la bancarrota. Grecia misma no ha podido cumplir con las metas que le fueron impuestas en su rescate: su déficit fiscal ha crecido en relación con el PBI, que entretanto cayó un 5% y desencadenó una desocupación oficial del 12% y una real del 20%; o sea que el rescate agravó la crisis griega y la puso más cerca de la declaración de insolvencia. Portugal, por su lado, admite sin ambigüedades que su situación financiera está al límite y que podría pedir un retiro ‘transitorio' del euro, o la emisión de una moneda local paralela. De acuerdo con el comentarista económico Ambrose Pritchard, la deuda total de Irlanda (pública y privada) es del 330% del PBI y su déficit de cuentas externas del 12% del PBI, mientras que los bancos portugueses dependen del financiamiento interno para el 40% de sus activos. En todo caso, los especuladores internacionales han llevado la sobretasa de interés que paga Portugal a los 800 puntos. Un retiro de Portugal del euro se llevaría puesta a España -su principal acreedor. Italia, a su vez, que se ufana de su política de rigor fiscal, no tiene condiciones de suscribir un rescate a Irlanda -la gota de agua que acabaría con las aventuras de Berlusconi, que es acusado por la gran industria por falta de socorro estatal. Irlanda, la víctima en esta ocasión, no podría de ninguna manera rescatar a sus grandes bancos, en los cuales ya metió 60 mil millones de euros, incurriendo, para 2010, en un déficit fiscal del 32% de su producto -un porcentaje jamás visto, salvo en guerras mundiales, y una deuda pública del 150%. El Tesoro irlandés se encuentra, por lo tanto, quebrado, precisamente en el momento en que debe honrar las garantías totales que estableció, a fines de aquel mismo 2008, para los grandes bancos locales; por eso la sobretasa de interés de su deuda se acerca a los mil puntos. El otro afectado es el Banco Central Europeo, que ha destinado a los bancos irlandeses la tercera parte de todos los euros emitidos para socorrer a la banca europea. A Irlanda se le acabó la cuerda; por eso la UE ha decidido forzarla a aceptar un rescate, que esta vez tendrá el aporte de una nación extra euro -Gran Bretaña, lo que no había ocurrido con Grecia. Las razones no son difíciles de imaginar: los bancos celtas le deben a los bancos británicos casi 200 mil millones de dólares, y aún más que eso a Alemania. La tinta de la cesación de pagos de Islandia, votada por un 90% de los electores en un referendo, aún está muy fresca como para que los ingleses miren para otro lado. Cuatrocientos años de rebelión contra los terratenientes anglo-escoceses, primero, y contra el capital financiero británico, después, constituyen, en el caso de Irlanda, una tradición de independencia que podría deparar sorpresas.
A Dios rogando
La crisis de las deudas pública y bancaria de Irlanda fue precipitada por una declaración Angela Merkel, la "cancillera" de Alemania (así llama Chávez a las ministras de exteriores), apoyada por el francés Sarkozy, a favor de que los rescates de deuda incorporen una quita de capital a los acreedores privados. Aunque el conjunto de la propuesta era prevenir los defaults -autorizando a los acreedores a imponer cambios a la política económica existente en caso de semejante riesgo-, fue interpretada, en el contexto de la crisis irlandesa, como una posible penalización a los acreedores. La intención de Merkel era clara: imponer un rescate en sus propios términos. La Comisión Europea le ha ofrecido a Irlanda un rescate de su deuda pública y de los bancos -en este último caso en forma directa, no a través del gobierno de Irlanda. Es claro que se pretende imponer un comité de vigilancia con mayores prerrogativas que el que opera en Grecia. Por lo pronto, Alemania exige que Irlanda abandone su condición de ‘paraíso fiscal', o sea que los capitales operan con bajísimos impuestos en su competencia financiera. Es de suponer que el propósito es más amplio: quedarse con las hipotecas y, en su defecto, con las propiedades inmobiliarias cuyos impagos han provocado el derrumbe bancario irlandés, e incluso quedarse con los propios bancos. El gobierno irlandés ha resistido esta intervención, que supondría colocar la legislación financiera y el sistema financiero bajo la tutela de Estados extranjeros. La capitulación es, sin embargo, inminente. Como quiera que la condición de ‘paraíso fiscal' fue impuesta, en Irlanda, para servir a la competencia de los fondos financieros anglo-norteamericanos en la Unión Europea y en la zona euro, el planteo tedesco-francés implica el desmontaje de esa zona de privilegio y una expresión de la guerra financiera de Alemania y Francia versus Estados Unidos e Inglaterra. El secretario del Tesoro norteamericano urgió a la Comisión Europea a rescatar a Irlanda, pero no avaló los términos del rescate dictados por Alemania.
Los movimientos políticos y financieros en torno a la bancarrota de Irlanda dejan al desnudo las tendencias que operan a la desintegración del euro. Es cierto que los llamados rescates son un negocio para los rescatistas, no para los rescatados, porque el dinero que prestan rinde tasas de interés elevadas, cuyo eventual retorno implica una transferencia de ingresos de los países rescatados a los rescatistas. Pero esto es un negocio para los Estados rescatistas dentro de ciertos límites; su extensión a otros países o prolongación en el tiempo sería fatal. Por otro lado, cada operación de rescate plantea una lucha de intereses que enfrenta a capitales e incluso a Estados, o sea a enfrentamientos políticos. Lo más significativo, sin embargo, es que la tendencia a imponer un protectorado germano a distintos Estados europeos es irrealizable a mediano plazo sin provocar rebeliones y hasta guerras -lo que, en su defecto, podría llevar a un desmantelamiento del euro por iniciativa alemana, lo cual devolvería a Alemania una libertad completa de acción, claro está que en alianza con una potencia extra europea -China (el principal mercado de Alemania) o Japón. La crisis de las últimas semanas pone en evidencia una guerra política, cuyo eje son Estados Unidos y China.
QE2
La sigla de arriba no es una fórmula química ni un ‘password', sino la denominación del segundo plan de compra de títulos de la deuda pública de Estados Unidos por parte del Banco Central de ese país, que, todo sumado, alcanza a cerca del billón de dólares. La mayor parte de los comentaristas interpretó la medida como un intento, por un lado, de devaluar el dólar y ganar ventajas en el comercio exterior y, por el otro, de mejorar los precios de los bonos del Tesoro y bajar aún más su tasa de interés de mercado. Sin embargo, después del anuncio, el dólar se revalorizó, los precios de los títulos cayeron y las Bolsas se hundieron en otro martes negro. Es que en el medio había metido la cola la crisis de la deuda irlandesa, la correspondiente salida de capitales de Europa y la devaluación del euro. En este punto, se podría decir que la señora Merkel eligió un momento oportuno para detonar el derrumbe de Irlanda y desatar la depreciación del euro y la revalorización del dólar.
Pero más allá de esta ‘guerra de monedas', lo cierto es que la deuda más explosiva es la norteamericana, catorce billones de dólares (más de un ciento por ciento del PBI) y que casi un 40% de ella se encuentra en manos de China, Japón y Alemania. Además, está la deuda de estados y municipios, por unos cinco billones de dólares, que en muchos casos ha debido ser rescatada para que no cayera en default. La compra de deuda pública por parte del Banco Central es, por eso, antes que nada, una operación de rescate, lo que se demuestra precisamente en el hecho de que no opera comprando títulos o bonos al gobierno, sino a los tenedores privados de ellos. Pero el rescate de la deuda con emisión perjudica al tenedor externo de esa deuda, porque ella desvaloriza al dólar ante otras monedas. El derrumbe del martes último en los mercados de acciones y de deuda pública marca los límites del Banco Central para defender la deuda norteamericana.
Esa emisión, asimismo, exporta la crisis norteamericana hacia el resto del mundo, porque sirve para la especulación en otros países con financiamiento de costo casi nulo. En consecuencia, países como Brasil, Corea del Sur o China han visto el desarrollo de una burbuja especulativa en el consumo, inmobiliaria o bancaria, que está atada por un hilo al ingreso de dólares. Si como ha ocurrido esta semana, el dólar, en lugar de debilitarse, sube y las tasas norteamericanas aumentan en lugar de caer, los especuladores se apurarán a deshacerse de sus inversiones financieras en el exterior y a provocar una fuga de capitales que podría derribar el edificio especulativo así montado.
En forma inversa, una crisis especulativa en los mercados receptores de dólares podría producir el mismo resultado, que es lo que ha ocurrido con la crisis irlandesa. Pero no sólo. El aumento de las tasas de interés en China en este período -también para frenar la especulación inmobiliaria y el alza de precios- provocó una fuga de los capitales que especulan con materias primas, de las cuales China es la mayor demandante. El derrumbe del precio de la soja, de mantenerse, pondrá fin a la ‘euforia' económica de Brasil, Argentina y aun del sector agrícola norteamericano. En definitiva, la nueva emisión de dólares programada en Estados Unidos no tiene la capacidad para reactivar su economía, sino que responde a un intento de salvataje parcial de la deuda pública norteamericana y a un default de esa deuda en el caso de los tenedores extranjeros, por la vía de la devaluación del dólar.
G20
En este contexto, el fracaso de la reunión del Grupo de los 20, en referencia a los países designados para supervisar la crisis mundial, ha sido la antesala de una guerra política. No ha habido acuerdo en ‘rebalancear' la economía mundial, es decir en repartir los costos de los rescates del capital. Ese ‘reequilibrio' deberá alcanzarse mediante pruebas de fuerza, incluso militares, como lo advierten las amenazas contra Irán o las disputas en el mar de China. Europa y China enfrentan, por ahora, más que el resto de los Estados, una tendencia a la rebelión popular -incluso en Irlanda, donde 25 mil estudiantes chocaron con la policía contra el aumento de las tarifas de las matrículas. Europa es una encrucijada de tendencias disolventes: la presión de Asia y Estados Unidos; el desequilibrio de la estructura política y económica de la UE y de la zona del euro; el ascenso de las luchas. La orientación política dominante -austeridad social, rescate del capital- es la línea de resistencia que ha encontrado para neutralizar esa presión especial de fuerzas y, en especial, la de la clase obrera. En el cuarto año de la crisis mundial, todos los Estados se encuentran lidiando con el tema del rescate del capital. Irlanda es ejemplar en este aspecto, porque el paquete de ‘ayuda' que le ofrece la Comisión Europea viene a ocupar el lugar de los fondos que el BCE no puede seguir aportando. En Estados Unidos, desde antes del reciente triunfo electoral de los republicanos, se ha reforzado la presión hacia la austeridad fiscal, que tiene que ver, en definitiva, con el temor al derrumbe de la deuda pública y a la descalificación del dólar en el mercado mundial. La derrota de Obama, banalizada por muchos como algo frecuente en elecciones de medio término, señala la velocidad con que la crisis ha agotado la expectativa ‘reformista' en menos de dos años. Los derrumbes financieros de la última semana, en especial el de las materias primas, pone de manifiesto la volatilidad de las economías de Sudamérica y desmiente su alegada fortaleza. A un plazo relativamente corto, Sudamérica volverá a ocupar un puesto destacado en la bancarrota mundial.
Jorge Altamira
A Dios rogando
La crisis de las deudas pública y bancaria de Irlanda fue precipitada por una declaración Angela Merkel, la "cancillera" de Alemania (así llama Chávez a las ministras de exteriores), apoyada por el francés Sarkozy, a favor de que los rescates de deuda incorporen una quita de capital a los acreedores privados. Aunque el conjunto de la propuesta era prevenir los defaults -autorizando a los acreedores a imponer cambios a la política económica existente en caso de semejante riesgo-, fue interpretada, en el contexto de la crisis irlandesa, como una posible penalización a los acreedores. La intención de Merkel era clara: imponer un rescate en sus propios términos. La Comisión Europea le ha ofrecido a Irlanda un rescate de su deuda pública y de los bancos -en este último caso en forma directa, no a través del gobierno de Irlanda. Es claro que se pretende imponer un comité de vigilancia con mayores prerrogativas que el que opera en Grecia. Por lo pronto, Alemania exige que Irlanda abandone su condición de ‘paraíso fiscal', o sea que los capitales operan con bajísimos impuestos en su competencia financiera. Es de suponer que el propósito es más amplio: quedarse con las hipotecas y, en su defecto, con las propiedades inmobiliarias cuyos impagos han provocado el derrumbe bancario irlandés, e incluso quedarse con los propios bancos. El gobierno irlandés ha resistido esta intervención, que supondría colocar la legislación financiera y el sistema financiero bajo la tutela de Estados extranjeros. La capitulación es, sin embargo, inminente. Como quiera que la condición de ‘paraíso fiscal' fue impuesta, en Irlanda, para servir a la competencia de los fondos financieros anglo-norteamericanos en la Unión Europea y en la zona euro, el planteo tedesco-francés implica el desmontaje de esa zona de privilegio y una expresión de la guerra financiera de Alemania y Francia versus Estados Unidos e Inglaterra. El secretario del Tesoro norteamericano urgió a la Comisión Europea a rescatar a Irlanda, pero no avaló los términos del rescate dictados por Alemania.
Los movimientos políticos y financieros en torno a la bancarrota de Irlanda dejan al desnudo las tendencias que operan a la desintegración del euro. Es cierto que los llamados rescates son un negocio para los rescatistas, no para los rescatados, porque el dinero que prestan rinde tasas de interés elevadas, cuyo eventual retorno implica una transferencia de ingresos de los países rescatados a los rescatistas. Pero esto es un negocio para los Estados rescatistas dentro de ciertos límites; su extensión a otros países o prolongación en el tiempo sería fatal. Por otro lado, cada operación de rescate plantea una lucha de intereses que enfrenta a capitales e incluso a Estados, o sea a enfrentamientos políticos. Lo más significativo, sin embargo, es que la tendencia a imponer un protectorado germano a distintos Estados europeos es irrealizable a mediano plazo sin provocar rebeliones y hasta guerras -lo que, en su defecto, podría llevar a un desmantelamiento del euro por iniciativa alemana, lo cual devolvería a Alemania una libertad completa de acción, claro está que en alianza con una potencia extra europea -China (el principal mercado de Alemania) o Japón. La crisis de las últimas semanas pone en evidencia una guerra política, cuyo eje son Estados Unidos y China.
QE2
La sigla de arriba no es una fórmula química ni un ‘password', sino la denominación del segundo plan de compra de títulos de la deuda pública de Estados Unidos por parte del Banco Central de ese país, que, todo sumado, alcanza a cerca del billón de dólares. La mayor parte de los comentaristas interpretó la medida como un intento, por un lado, de devaluar el dólar y ganar ventajas en el comercio exterior y, por el otro, de mejorar los precios de los bonos del Tesoro y bajar aún más su tasa de interés de mercado. Sin embargo, después del anuncio, el dólar se revalorizó, los precios de los títulos cayeron y las Bolsas se hundieron en otro martes negro. Es que en el medio había metido la cola la crisis de la deuda irlandesa, la correspondiente salida de capitales de Europa y la devaluación del euro. En este punto, se podría decir que la señora Merkel eligió un momento oportuno para detonar el derrumbe de Irlanda y desatar la depreciación del euro y la revalorización del dólar.
Pero más allá de esta ‘guerra de monedas', lo cierto es que la deuda más explosiva es la norteamericana, catorce billones de dólares (más de un ciento por ciento del PBI) y que casi un 40% de ella se encuentra en manos de China, Japón y Alemania. Además, está la deuda de estados y municipios, por unos cinco billones de dólares, que en muchos casos ha debido ser rescatada para que no cayera en default. La compra de deuda pública por parte del Banco Central es, por eso, antes que nada, una operación de rescate, lo que se demuestra precisamente en el hecho de que no opera comprando títulos o bonos al gobierno, sino a los tenedores privados de ellos. Pero el rescate de la deuda con emisión perjudica al tenedor externo de esa deuda, porque ella desvaloriza al dólar ante otras monedas. El derrumbe del martes último en los mercados de acciones y de deuda pública marca los límites del Banco Central para defender la deuda norteamericana.
Esa emisión, asimismo, exporta la crisis norteamericana hacia el resto del mundo, porque sirve para la especulación en otros países con financiamiento de costo casi nulo. En consecuencia, países como Brasil, Corea del Sur o China han visto el desarrollo de una burbuja especulativa en el consumo, inmobiliaria o bancaria, que está atada por un hilo al ingreso de dólares. Si como ha ocurrido esta semana, el dólar, en lugar de debilitarse, sube y las tasas norteamericanas aumentan en lugar de caer, los especuladores se apurarán a deshacerse de sus inversiones financieras en el exterior y a provocar una fuga de capitales que podría derribar el edificio especulativo así montado.
En forma inversa, una crisis especulativa en los mercados receptores de dólares podría producir el mismo resultado, que es lo que ha ocurrido con la crisis irlandesa. Pero no sólo. El aumento de las tasas de interés en China en este período -también para frenar la especulación inmobiliaria y el alza de precios- provocó una fuga de los capitales que especulan con materias primas, de las cuales China es la mayor demandante. El derrumbe del precio de la soja, de mantenerse, pondrá fin a la ‘euforia' económica de Brasil, Argentina y aun del sector agrícola norteamericano. En definitiva, la nueva emisión de dólares programada en Estados Unidos no tiene la capacidad para reactivar su economía, sino que responde a un intento de salvataje parcial de la deuda pública norteamericana y a un default de esa deuda en el caso de los tenedores extranjeros, por la vía de la devaluación del dólar.
G20
En este contexto, el fracaso de la reunión del Grupo de los 20, en referencia a los países designados para supervisar la crisis mundial, ha sido la antesala de una guerra política. No ha habido acuerdo en ‘rebalancear' la economía mundial, es decir en repartir los costos de los rescates del capital. Ese ‘reequilibrio' deberá alcanzarse mediante pruebas de fuerza, incluso militares, como lo advierten las amenazas contra Irán o las disputas en el mar de China. Europa y China enfrentan, por ahora, más que el resto de los Estados, una tendencia a la rebelión popular -incluso en Irlanda, donde 25 mil estudiantes chocaron con la policía contra el aumento de las tarifas de las matrículas. Europa es una encrucijada de tendencias disolventes: la presión de Asia y Estados Unidos; el desequilibrio de la estructura política y económica de la UE y de la zona del euro; el ascenso de las luchas. La orientación política dominante -austeridad social, rescate del capital- es la línea de resistencia que ha encontrado para neutralizar esa presión especial de fuerzas y, en especial, la de la clase obrera. En el cuarto año de la crisis mundial, todos los Estados se encuentran lidiando con el tema del rescate del capital. Irlanda es ejemplar en este aspecto, porque el paquete de ‘ayuda' que le ofrece la Comisión Europea viene a ocupar el lugar de los fondos que el BCE no puede seguir aportando. En Estados Unidos, desde antes del reciente triunfo electoral de los republicanos, se ha reforzado la presión hacia la austeridad fiscal, que tiene que ver, en definitiva, con el temor al derrumbe de la deuda pública y a la descalificación del dólar en el mercado mundial. La derrota de Obama, banalizada por muchos como algo frecuente en elecciones de medio término, señala la velocidad con que la crisis ha agotado la expectativa ‘reformista' en menos de dos años. Los derrumbes financieros de la última semana, en especial el de las materias primas, pone de manifiesto la volatilidad de las economías de Sudamérica y desmiente su alegada fortaleza. A un plazo relativamente corto, Sudamérica volverá a ocupar un puesto destacado en la bancarrota mundial.
Jorge Altamira
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