Extraordinario desplazamiento hacia la izquierda de la revolución en Túnez
"El gobierno de transición se desmorona -informa El País (2/3)- y la calle impone su agenda en Túnez". El gobierno al que hace referencia el diario español es el que sustituyó al derrocado dictador Ben Alí, con la misión de mantener la continuidad del régimen político. Además de una mayoría de ministros del gobierno caído, cuenta con la asistencia de representantes del partido progresista y del partido comunista. "El siguiente paso de la revolución tunecina -sigue el diario- será la creación de una Asamblea Constituyente tal y como lo exigía un amplio colectivo de la sociedad civil autobautizado Consejo de Protección de la Revolución". El autodesignado gobierno de transición había previsto la realización de elecciones en seis meses. El Consejo "lo forman decenas de asociaciones y colectivos profesionales, muchos de nuevo cuño, y el poderoso sindicato Unión General de Trabajadores Tunecinos". Estas demandas y planteos emergieron de una concentración popular de más de cien mil personas el viernes 25, la más importante desde el estallido revolucionario. En forma simultánea, pero en Marruecos (en la región del Rif en el noroeste del país), se produjeron acciones abiertamente revolucionarias, que habían sido convocadas "por jóvenes activos en las redes sociales, pequeños partidos de izquierda, asociaciones de la sociedad civil y las juventudes del gran movimiento islamista". En Túnez, mientras tanto, fue liberada la totalidad de los presos políticos.
La emergencia de la reivindicación de la Asamblea Constituyente marca una clara evolución política en el desarrollo del conjunto de la revolución en los países árabes, en especial si es convocada por un gobierno revolucionario -o sea por los partidos proscriptos por el régimen derrocado. En tales condiciones, la Constituyente no podrá limitarse a la redacción de una nueva Carta, sino que deberá actuar en forma ejecutiva y al mando formal de las fuerzas armadas. La cuestión del ejercicio del poder real quedaría planteada al rojo vivo: o el gobierno depura a las fuerzas armadas y procede al armamento del pueblo, o las fuerzas armadas se encaminarán hacia un golpe militar. Para el imperialismo, se plantearía un escenario de pesadilla, algo que también ha influido decisivamente en la decisión de desplegar las flotas en las costas del norte de Africa. La presencia masiva de los sindicatos en el movimiento revolucionario abre la perspectiva de que el eje de la nueva fase de la revolución sean los comités regionales de la UGTT o incluso comités obreros elegidos por la base.
Esta evolución política no dejará de tener sus repercusiones en Egipto, donde la Junta Militar pretende resolver el problema de una nueva Constitución sin deliberación popular, es decir: mediante un plebiscito que refrende un proyecto redactado entre cuatro paredes. Se asiste de este modo a un proceso extraordinario, en el cual las revoluciones en los ámbitos nacionales, cuya evolución primaria está determinada por la agudización de los conflictos internos, se entrelazan como experiencia política y forman un proceso único de características complejas. El ingreso de la Otan en la crisis no tiene por misión, como lo sostienen los tilingos nacionales y populares, poner fin al gobierno ‘revolucionario' de Kadafi, sino contener la revolución árabe en los límites de las relaciones sociales y políticas existentes. La pelea de la Otan no es contra sus aliados convertidos en cadáveres, ni para defender los derechos humanos, sino contra el ascenso revolucionario, al cual quiere pilotear apoyado en la fuerza armada de las potencias imperialistas.
J. A
La emergencia de la reivindicación de la Asamblea Constituyente marca una clara evolución política en el desarrollo del conjunto de la revolución en los países árabes, en especial si es convocada por un gobierno revolucionario -o sea por los partidos proscriptos por el régimen derrocado. En tales condiciones, la Constituyente no podrá limitarse a la redacción de una nueva Carta, sino que deberá actuar en forma ejecutiva y al mando formal de las fuerzas armadas. La cuestión del ejercicio del poder real quedaría planteada al rojo vivo: o el gobierno depura a las fuerzas armadas y procede al armamento del pueblo, o las fuerzas armadas se encaminarán hacia un golpe militar. Para el imperialismo, se plantearía un escenario de pesadilla, algo que también ha influido decisivamente en la decisión de desplegar las flotas en las costas del norte de Africa. La presencia masiva de los sindicatos en el movimiento revolucionario abre la perspectiva de que el eje de la nueva fase de la revolución sean los comités regionales de la UGTT o incluso comités obreros elegidos por la base.
Esta evolución política no dejará de tener sus repercusiones en Egipto, donde la Junta Militar pretende resolver el problema de una nueva Constitución sin deliberación popular, es decir: mediante un plebiscito que refrende un proyecto redactado entre cuatro paredes. Se asiste de este modo a un proceso extraordinario, en el cual las revoluciones en los ámbitos nacionales, cuya evolución primaria está determinada por la agudización de los conflictos internos, se entrelazan como experiencia política y forman un proceso único de características complejas. El ingreso de la Otan en la crisis no tiene por misión, como lo sostienen los tilingos nacionales y populares, poner fin al gobierno ‘revolucionario' de Kadafi, sino contener la revolución árabe en los límites de las relaciones sociales y políticas existentes. La pelea de la Otan no es contra sus aliados convertidos en cadáveres, ni para defender los derechos humanos, sino contra el ascenso revolucionario, al cual quiere pilotear apoyado en la fuerza armada de las potencias imperialistas.
J. A
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